El diseñador Guillermo Vargas Ayluardo, fotografiado en el showroom de 1/8 Takamura, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Carlos Celis Estrada

Situado desde hace tres años en un antiguo edificio del distrito comercial del Centro Histórico de la Ciudad de México antes conocido como “El Nuevo Japón”, el showroom y taller de la marca mexicana 1/8 Takamura cuenta con amplios ventanales que bañan con luz generosa los textiles y las texturas que esperan a ser convertidas en piezas de moda. El diseñador mexicano Guillermo Vargas Ayluardo fundó este estudio de creación en 2012 y le dio su nombre por la ascendencia japonesa de su bisabuelo, ya que un octavo de su propio código genético proviene de la tierra del sol naciente. “Mi abuela sí sufrió ser japonesa en México en los años 30, pero yo en realidad ni parezco japonés”, comparte con T México. “Mi infancia, adolescencia y adultez las viví en la alcaldía Cuauhtémoc [Ciudad de México]. Somos cuatro generaciones de la Cuauhtémoc”.

A juzgar por las líneas de sus diseños y por la manera en que los portadores parecen flotar entre las prendas, hay mucho misticismo tras el concepto de esta marca. Ya son 13 años de 1/8 Takamura, algo que como marca independiente dentro de la industria de la moda nacional es digno de festejarse. “Para una empresa mexicana de moda, cada año es un milagro”, explica. “Entonces, también es un festejo poder ampliar el mensaje de 1/8 Takamura. Que no seas tú quien diga que eres la marca que viste a los creativos, sino que los creativos hablen de ti”. Por eso, para la campaña publicitaria de Universo interior, su última colección, Vargas Ayluardo colaboró con clientes que ya son habituales de la casa, personalidades de las industrias creativas de México como la curadora de arte Tania Ragasol o el violinista Israel Torres.

“Esto viene desde los reyes”, explica sobre invitar a ciertas figuras a convertirse en embajadores. “Todos los artesanos de la nobleza europea querían vender a los reyes, porque si el rey lo usaba ya lo querían todos en la corte. Cuando alguien tiene una voz en una materia, todo el mundo se le quiere parecer”, añade mientras cuelga en el rack un diseño que Natalia Lafourcade lució en un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York.

Jessica Arroniz, brand manager de 1/8 Takamura, analiza algunas de esas cualidades que atraen a este tipo de clientes hacia las prendas que producen. “Una vez que empiezas a usar esta comodidad, es muy difícil dejarla”, explica. “Toda la gente que usa la marca se siente así. Hay clientes que regresan porque es lo que necesitan en su cotidianeidad. No encajamos con todo el mundo, pero sí con los que regresan una y otra vez”. Vargas Ayluardo completa la idea: “Nuestra búsqueda, cuando creamos la ropa, es generar cosas diferentes a las establecidas, pero que no sean una locura. Diferentes sin ser extravagantes”, enfatiza. “Por ejemplo, un artista tiene una personalidad y su indumentaria lo tiene que representar. Lo que nosotros estamos buscando son los siguientes mensajes, las siguientes formas de pensar”.

La ropa de 1/8 Takamura involucra diversos procesos, algunos más artesanales que otros, pero en la opinión de su diseñador la marca aún conserva la calidez de esas prendas que han sido elaboradas por personas. “Es muy difícil saber lo que es manufactura y lo que es artesanal. El artesano es una persona que llega al dominio de una materia prima para transformarla en algo, como un peletero o un carpintero”, afirma. “Aunque haya tecnología, nuestra ropa es muy, muy artesanal. Las nuevas marcas que ya están muy tecnificadas, como Lululemon o Halo, son muy robotizadas. La ropa es hermosísima, pero es muy fría”. Según su punto de vista, para competir con tales marcas, un diseñador tendría que comprar la materia prima con seis meses o un año de anticipación y guardarla para usarse después: “Hay empresas como Inditex que ya tienen su materia prima para los próximos diez años, que pueden comprar o apartar producciones y cosechas enteras”.

Prendas de la colección Universo interior, de 1/8 Takamura.

En la otra cara de la moneda, reconoce que también hay satisfacción cuando el público comienza a identificar las piezas de su archivo. “Tenemos dos, la bata Poiret y la blusa Cuadro, que llevan los 13 años de la marca”, señala Arroniz. “Hay otros que se renuevan, como los vestidos Backo y Chauc. El pantalón Boza y el saco Gabino son piezas sin género porque pueden ser para hombre o mujer, y la blusa Toki y el pantalón Japants son éxitos de la marca”.

¿Qué queda entonces por explorar? Vargas Ayluardo señala que, a pesar de las limitantes (o precisamente por ellas) hay aún mucho por hacer. “Por lo menos tener un color de la colección, propio de la marca. Algo que digas: ‘Este es el color de 1/8 Takamura’”, dice con ilusión. “Pero tú ves una máquina que hace una mezclilla, que hace una gabardina, y son máquinas de 100 metros. Entonces, para tener un color, para tener un baño de ese color, es mucha cantidad”. Asimismo, también es consciente de que la industria de la moda y la industria del retail van de la mano. “Los diseñadores somos gente rarísima en este país porque nos gusta la investigación”, comparte. “Eso es desarrollo, no solamente técnico sino conceptual y estético. En una empresa muy grande, como un retailer tipo Coppel, Liverpool o Suburbia, no toman esos riesgos y no diseñan con ese nivel de cuestionamiento”.

Para este aniversario, el equipo de 1/8 Takamura quiere intentar cosas nuevas, incluso algunas que han estado posponiendo, como participar en la Semana de la Moda para presentar una nueva colección que verá la luz en octubre. Quizá también podrían explorar la viabilidad de colocar su marca en otras tiendas. “Ahora tenemos un modelo de negocio donde producimos y vendemos, pero para llegar a otros aliados comerciales que nos compren productos para venderlos en sus plazas tenemos que hacer colecciones anticipadas”, explica. “Somos parte del sistema y todos queremos mejorar. Si quieres algo bueno para todos no puedes pensar: ‘No, no quiero ser parte del sistema’”.

En este punto de la entrevista ya hemos terminado de dar una vuelta completa al espacioso showroom, aunque la plática podría continuar durante horas. “Hay gente que nos ha recomendado quitarle el 1/8 a la marca”, cuenta. “Pero el octavo te da la mezcla, y al final somos una mezcla. La moda es una mezcla”. Y aunque hay momentos en los que le gusta bromear sobre cuestiones más serias y otros en los que se vuelve muy cuidadoso para hablar de su ascendencia japonesa, queda claro que al diseñador mexicano le importan los asuntos de herencia cultural. “La gente que es más universal entiende de culturas y entiende de diversidad”, apunta con convicción. “A una persona muy clásica tal vez le cueste más trabajo entender que también se puede ver diferente.Muchos franceses en México nos compran como comunidad. Y tuvimos una experiencia con un diseñador chino que vende en Nueva York que se enamoró de un vestido nuestro. Hay turistas que regresan cada año con nosotros para seguir consumiendo”.

Al mirar por última vez a través de los ventanales, vuelve a aparecer ese horizonte del Centro Histórico de la Ciudad de México fragmentado por edificios, monumentos y anuncios espectaculares abandonados. En los parches de cielo que quedan, otro sol naciente se asoma a horas tempranas, el sol del amanecer chilango que recibe a la gente que sale a trabajar y que, desde esta altura, solo parece una masa uniforme. ¿Qué tanto pensamos en moda cuando nos lanzamos a las fauces de la ciudad? “La ropa es algo muy personal”, asegura Vargas Ayluardo. “Porque hasta la persona que crees que no le importa, le importa”.

La gestora cultural y curadora de arte independiente Tania Ragasol, rostro de la última campaña realizada por la marca.

Fotografías: Araceli Paz, David Franco.


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