El salón de fumadores del departamento milanés diseñado por Giuseppe Porcelli para la familia de Inge Theron, fundadora del spa para el cuidado de la piel FaceGym, contiene paredes tapizadas con la tela Tajmahal de Braquenié, mesas de vino en nogal inglés cubiertas de piel, lámparas de inspiración china con las pantallas originales de pergamino plisado y una alfombra tribal de Golran.

Laura May Todd

Fotografía por Simon Watson

Caminar por la cuadrícula de calles que conforman el distrito de compras Quadrilatero della Moda en Milán es sumergirse en el corazón de la moda italiana: Ferraris frente a las boutiques, estilistas que caminan con prisa por los salones de mármol del showroom de Versace, turistas en procesión por las banquetas angostas.

La escena contrasta con los modestos y bucólicos orígenes del barrio en el siglo XVI, cuando una orden de monjas franciscanas construyó allí su convento entre huertos de hortalizas. El edificio, llamado Santa Maria del Gesù, fue readaptado a finales del siglo XVIII, pero la angosta calle donde se erigía, hoy hogar de ateliers de sastrería masculina, recibió el nombre de Via Gesù en su honor.

En la entrada, molduras adornadas con detalles dorados, papel tapiz de hierba marina, una lámpara colgante de los años 40 de Luigi Caccia Dominioni y un par de butacas antiguas de estilo Napoleón III tapizadas con un jacquard de Braquenié.

Hace tres años, cuando le mostraron por primera vez a Inge Theron, fundadora de origen sudafricano del spa del cuidado de la piel FaceGym, el departamento de Via Gesù —un departamento de 220 metros cuadrados en la planta superior con largos balcones de hierro forjado cubiertos de glicinas—, se sintió conmovida por los orígenes eclesiásticos de la zona. “Somos católicos, es una parte muy importante de nuestra familia”, menciona, “así que venir a Italia y vivir en esta calle fue como si alguien nos estuviera abriendo el camino”.

Theron, de 49 años, nunca pensó encontrar un refugio espiritual en el mercado inmobiliario de Milán. En ese momento, ella, su esposo —un financiero italiano— y sus dos hijas pequeñas, Assisi, de 8 años, y Tesse, de 10, vivían en el barrio londinense de Holland Park. Para ella, Milán había sido siempre un lugar de negocios, no para la familia. Pero una vez que le confió la renovación del departamento al diseñador Giuseppe Porcelli, a quien conocía por sus interiores en el Arts Club de Londres, todo cambió. Hoy, la residencia de Via Gesù es el hogar permanente de la familia.

En el baño principal, las paredes a rayas están pintadas a mano, las cortinas son de Colefax and Fowler y los pisos de mármol Ceppo Gold.

Cuando Porcelli vio el espacio, que abraza el patio interior del edificio, era una caja blanca desnuda. “No había nada que conservar, nada que quitar. Era un lienzo en blanco”, recuerda el diseñador. Ahora, el departamento encarna tanto el encanto íntimo de un boudoir como la grandeza de un palacio napolitano. El estilo milanés suele ser sutil y minimalista, pero Porcelli, de 40 años, proviene de la región de Campania y ha adoptado la estética romántica de la zona. “Me gusta la idea de que las piezas se hayan ido recolectando con los años”, explica. Así, durante los siete años que trabajó como director de arte y diseño en Dimorestudio, el despacho milanés de arquitectura y diseño que ha sido semillero de talentos, perfeccionó este enfoque. “Empiezas con esas capas”, menciona, “y luego le das el toque final”.

En la recámara principal, el papel tapiz Scilla, creado en colaboración con Pictalab, se inspiró en una tela del siglo XVIII, y el cabecero de la cama con dosel está forrado con un motivo floral de Braquenié. A los pies de la cama se alzan un par de taburetes antiguos de inspiración china con tapicería original, y sobre la cabecera cuelga un retrato circular del siglo XVII de Santa Cecilia.

Empezó por las superficies, revistiendo las paredes con tapiz de pasto azul, colocando pisos de roble macizo en espiga y creando molduras de yeso color crema, un guiño a las casas milanesas de finales de los años 30. La siguiente capa fue el mobiliario, una mezcla de diseños a medida y piezas vintage de anticuarios y galerías. En la sala, un gran otomán cuadrado, usado como mesa de centro, tapizado con una alfombra vintage, y lámparas de porcelana Kutani del siglo XIX se coronan con pantallas de seda dupioni de procedencia india en amarillo pálido. Al centro de la habitación, un sillón acolchado tapizado en jacquard de algodón azul, rojo, verde y dorado luce una faldilla de flecos dorados. Una lámpara de pie imitación bambú diseñada por Ingo Maurer en 1968 se alza junto a un sofá para dos color verde esmeralda. Sobre la chimenea cuelga un espejo negro y dorado de estilo Napoleón III, cuyas curvas evocan sutilmente el sombrero de un gendarme.

En la sala, los plafones de yeso se inspiraron en patrones empleados por los arquitectos milaneses Giovanni Muzio y Piero Portaluppi, y un otomán forrado con una alfombra antigua está rodeado por una lámpara de pie imitación bambú de Ingo Maurer y sofás tapizados con telas de Pierre Frey y Jim Thompson. En el muro cuelga Ice Age (2009) de Damien Hirst.

La cocina tiene pisos de azulejo de la Costa Amalfitana y un papel tapiz trompe l’oeil a medida que imita su patrón. La colección de Theron de jarrones de vidrio contemporáneo de Venini y de copas venecianas del siglo XX se exhibe en repisas de vidrio sobre gabinetes lacados en color moca. Junto a la ventana, Porcelli colocó una mesita de estilo Imperio y un par de taburetes de bronce de los que suelen usar los violonchelistas. El comedor rectangular —conectado a la sala a través de un mueble de bar transparente empotrado— está revestido de un papel pintado a mano diseñado por Porcelli junto con Pictalab en Milán, con un motivo floral inspirado en un cuadro impresionista. La mesa de comedor de caoba estilo Regencia con patas acanaladas está rodeada de sillas lacadas estilo art déco con asientos en terciopelo de seda color naranja quemado. Porcelli encontró la chimenea del siglo XIX en mármol gris Fior di Pesco en Francia.

Cuando Theron concibió el departamento como un espacio para recibir clientes y tener reuniones, ella y Porcelli planearon un lounge para fumar puros en un nicho frente a la entrada principal. Cuando la familia decidió mudarse de tiempo completo a Milán, siguió con el proyecto. “Es un cuarto cómodo y sexy donde te dan ganas de ir a fumar un cigarro después de cenar”, comenta ella. Los muros enmarcados en caoba tienen secciones tapizadas con telas florales de la célebre casa textil parisina fundada en el siglo XIX Braquenié, y un sofá a medida cubierto con el mismo algodón exuberante. Un par de butacas tapizadas en capitoné de estilo Napoleón III, forradas en damasco de Braquenié, reposa sobre una alfombra antigua con el borde con patrones geométricos. Un revestimiento en la pared disimula un pequeño baño, de modo que, como bromea Theron, “quienes no logren llegar a casa” puedan pasar la noche en una suite improvisada.

En el comedor, otro plafón de yeso inspirado en Muzio y Portaluppi, papel tapiz de Pictalab y un par de candelabros Poliedri de Carlo Scarpa sobre una mesa de comedor en nogal inglés y sillas de los años 40 en terciopelo de seda. El espejo de inspiración china sobre la chimenea estilo Pompadour Luis XV en mármol Fior di Pesco está flanqueado por apliques pintados de metal de la región de Apulia.

Aunque la residencia está llena de adaptaciones, lo que más fascina a Theron son los espacios íntimos. Detrás del comedor se encuentran los aposentos de la pareja, con un vestidor donde predomina un armario de puertas cruzadas en latón. Sobre la cama —tapizada en jacquard floral dorado y terciopelo verde musgo de Lelièvre y cubierta por un dosel con flecos en seda— cuelga un retrato del siglo XVII de Santa Cecilia, la mártir romana del siglo III. En lugar de las iniciales monogramadas convencionales, la familia eligió para su ropa de cama la imagen de la Virgen en rojo oscuro. “Es un homenaje a la calle”, explica Theron, lo que sugiere que la casa no solo está diseñada divinamente, sino que es custodiada por una fuerza superior. “Sentimos”, afirma, “que estamos profundamente bendecidos”.


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