Kira Alvarez

La exhibición Soft Math (Cloud in the Eyes), la primera individual del artista neoyorquino Jonah Freeman en América Latina, se presenta como una cartografía de lo invisible: tecnologías, sistemas de imagen, infraestructuras perceptuales que operan por detrás del tejido cotidiano. A través de una combinación de pintura, cine, instalación y archivo fotográfico, Freeman invita al espectador a habitar un universo donde “los objetos han tomado el centro del escenario y las personas siempre están un paso atrás”, como nos comenta en exclusiva durante un recorrido por la exhibición.

Formado originalmente en cine, Freeman confiesa: “Me interesé en lo que podría describirse como el campo ampliado del cine: el filme experimental, la instalación de video y, posteriormente, la historia de la práctica del arte de vanguardia”. Esa formación temprana le permitió entender el espacio expositivo como una máquina narrativa, donde cada soporte —la pared, el cine, el objeto, la fotografía— funciona como un elemento de montaje.

En Soft Math, ese enfoque se manifiesta en capas materiales y técnicas: sus famosas

Brick Paintings, obras creadas a partir de imágenes captadas por drones y luego alteradas mediante color y distorsión, se sitúan junto a recubrimientos murales que recuerdan la textura de un escáner roto – “imágenes degradadas, alteradas, desplazadas”, según el artista. A esa base visual se suma una nueva película construida con material encontrado, y los storyboards que explicitan su lógica de edición y montaje: “La forma fundamental en que colaboramos es la conversación. Hay tantos medios en juego dentro de las instalaciones arquitectónicas que gran parte del proceso consiste en planear, pensar y repensar la visión general de la pieza”.

Freeman opera también como editor de su propio archivo. En numerosas entrevistas ha explicado que su práctica se alimenta de un acervo de imágenes, textos, objetos encontrados y materiales de archivo que él recicla, superpone y rehúsa en nuevas combinaciones. Esta práctica de archivo no sólo dota de profundidad a sus instalaciones, sino que dota de ambiguedad al tiempo: pasado, presente y proyección se mezclan.

Técnicamente, las obras de Freeman son un ejercicio de layering (capas): fotografía en alta resolución, escaneado de materiales rotos, collage digital, pintura manual, película,sonido. Como se explicó en un artículo: “Una masa de narrativas que no crean un universo unificado tanto como una realidad de salto-corte errante.” Este deslizamiento entre técnicas revela su voluntad de fracturar la linealidad del relato.

En el contexto de Soft Math (Cloud in the Eyes), las capas se presentan como sistemas que colapsan: la pintura se convierte en pantalla, la pantalla en muro, el archivo en objeto físico. Freeman deja claro que “esta es una experiencia de inmersión en la que no entras para contemplar un objeto, sino para habitar un sistema narrativo más grande”. Aunque esa frase no aparece textualmente en los materiales, sintetiza su intención de obra.

La exposición estará abierta hasta el 4 de enero de 2026 y ofrece al público mexicano una oportunidad sin precedentes para encontrarse con un artista cuya práctica explora los mecanismos de imagen, archivo y montaje, y cuyo archivo mismo actúa como materia primera. Freeman propone que observemos lo que usualmente no observamos: el trasfondo tecnológico, el patrón de recubrimiento, la huella de la edición, la repetición de un objeto en distintos escenarios.

Al final, lo que queda es un cuerpo de trabajo que revela una pregunta esencial: ¿quién edita la realidad que nos rodea? Y en ese cuestionamiento, Jonah Freeman insiste en que “los objetos están, en efecto, ocupando el centro del escenario”.


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