Elena para Piguet. Foto: cortesía del artista.

La moda suele pensarse desde la tela, la pasarela o la campaña que fija una estética. Pero hay un momento anterior, íntimo, donde todo comienza. Es el instante en que el diseñador imagina un cuerpo posible y lo deposita en un papel. Ese trazo —que podría parecer insignificante— define proporciones, actitudes, atmósferas. Arturo Elena ha convertido ese acto inicial en un territorio artístico propio.

Nacido en Zaragoza, encontró en Barcelona el impulso necesario para que la intuición se volviera oficio. Apenas tenía diecinueve años cuando llegó a la ciudad, y esa década —los años ochenta, con su energía eléctrica y su hambre de forma— abrió el camino. Primero fue diseñador; luego, en 1992, tomó una decisión que cambiaría su biografía visual concentrarse exclusivamente en la ilustración de moda.

El salto definitivo llegó gracias a dos nombres que hoy son parte del imaginario español: Victorio & Lucchino. Las ilustraciones que realizó para las carpetas de prensa de sus desfiles lo colocaron en el mapa, pero no solo por su virtuosismo técnico. Lo que llamó la atención fue la capacidad de dotar a cada figura de una presencia escénica, teatral, donde la elegancia convivía con un sentido afilado del detalle.

Elena para Victorio & Lucchino. Foto: cortesía del artista.
Elena para Viñas del Vero. Foto: cortesía del artista.
Elena para UPPERCLASS. Foto: cortesía del artista.

Desde entonces, Arturo Elena ha construido una trayectoria que trasciende los encargos. Chanel, Loewe, L’Oréal París, Roberto Verino y otras firmas han buscado en sus dibujos una sensibilidad que no se parece a ninguna otra. Sus figuras alargadas, sus manos precisas, sus telas que parecen moverse, son parte de un estilo reconocible y, al mismo tiempo, inagotable.

Sus ilustraciones tienen algo de arte decorativo y algo de archivo emocional. No son meros acompañamientos al diseño, sino objetos capaces de narrar un mundo. Ahí caben vestidos, peinados, texturas, siluetas que se transforman en personajes. Cada pieza revela un dominio técnico extremo, sí, pero también una delicadeza que convierte el figurín en algo más que un paso previo dentro del proceso creativo.

Hablar de Arturo Elena es hablar de la ilustración de moda como disciplina autónoma, como arte aplicado y, a veces, como recuerdo de una época en la que el lápiz definía lo que la cámara todavía no podía capturar. En sus dibujos permanece esa tensión entre lo real y lo imaginado que sostiene, desde siempre, el lenguaje del estilo.


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