Construida para la familia Ferráez por el arquitecto Manuel Amábilis Domínguez, la Quinta Los Almendros, en el centro histórico de Mérida, mezcla estilos como el caribeño y el beaux-arts.

Por Javier Fernández de Angulo
Fotografía por Guido Taroni

Lugares de trabajo, viviendas  de lujo, estancias humildes, casas de descanso… Las haciendas de Yucatán son un fenómeno arquitectónico único en el mundo. Rodeadas de selva han vivido el esplendor, la decadencia y ahora su resurgimiento, ya sea como hoteles de lujo, como escenarios de arte o alojamientos exclusivos. Su origen, sin embargo, hay que rastrearlo en el pasado. Tuvieron su ganado, después  su casa  de máquinas, donde se elaboraba el henequén, las cuerdas y sogas que ataban los paquetes del mundo. Durante un tiempo fue el oro verde que hizo de Mérida una de las ciudades más ricas del mundo.

Escenarios de grandes fortunas de una región que llegó a acuñar su propia moneda.
Una de las zonas más prósperas de la tierra entre 1860 y 1940.El secreto era una planta de la que se extrae un poderoso hilo o cuerda,  el henequén que vine de un tipo  agave,  agave fourcroydes lemaire,  autóctono de la península de Yucatán. Elsokil era en nombre de la fibra henequén en maya. De uso prehispánico  fue en el siglo XIX cuando vivió su edad dorada. Se usaba para hacer hamacas, también prendas de ropa y bolsas, entre otras cosas.  Se llegaron a contabilizar 1170 haciendas a principios del siglo XX, ahora se calcula que puede haber unas 300, muchas abandonadas, otras restauradas y con miles de hectáreas. Nacidas alrededor de cenotes o sobre ruinas mayas.

(Izq.) Detalle interior de la hacienda San Antonio Millet, adquirida en abril de 1881 por Álvaro Peón de Regil y su esposa Candelaria Peón Castellanos, condesa de Mira‚lores. (Der.) El pintor y escultor estadounidense James Brown y su esposa Alexandra se enamoraron de Yucatán. Hoy, sus hijos Degenhart, Cosme y Damián Dagmar mantienen el legado de Casa Brown.

Pero afortunadamente, muchos amantes de la arquitectura, la naturaleza, la cultura y de las raíces yucatecas se han esmerado en restaurarlas, recuperarlas, darles una nueva vida y rescatar estas joyas arquitectónicas, bien como residencias de recreo, restaurantes, paradores, albergues de lujo, hoteles cinco estrellas o talleres de arte. Muchas con el denominador común del estilo colonial, grandes arcos, muros rojos, rodeadas de jardín y selva con ficus, ceibas, olmos, alberca que evoca al cenote y una gran casa principal que preside todas las demás estancias o casas que rodean la finca. Más de 300 edificios históricos  salpican toda la región de Yucatán desde Mérida a Campeche, todo un estilo arquitectónico, un género de construcción único en el mundo que vive una nueva transformación. Monumentos levantados algunos con paredes de arquitectura maya.

Anibal González, el propietario de la Hacienda Katanchel y pionero en convertir las haciendas en estancias de lujo, nos explica el origen: ”las haciendas provienen muchas de poblados mayas que se encuentran los conquistadores. A los españoles les conviene asentarse  cerca de ellos porque representan mano de obra y  acceso al agua con los cenotes. En la zona no hay minas de minerales preciosos y orientan las fincas a la ganadería. Algo del ganado llega de Cuba. Con las vacas además de alimentación tenían pieles, calzado, capas y sombreros que enviaban a España por la ruta de Cuba. También surgió un mercado de maderas preciosas, llamadas el palo de tinte o palo de Campeche, muy demandado para  el tinte de telas y cosmética. Fue una fuente de riqueza. La demanda de maderas provoca devastación de la selva. En ese escenario que empieza casi a ser un lugar desértico y ven que crece con éxito la planta del agave.

Nicolás Malleville, fundador de Coqui Coqui, ha creado un estilo de vida en Yucatán junto a su pareja Francesca Bonato. Ubicado en un rincón del Parque Sisal, en Valladolid, el Mesón de Malleville, su antigua vivienda, es hoy un hotel.

”La competencia de otras fibras más baratas en mitad del siglo XX arruina a muchas familias de Yucatán, pero quedan los edificios con muy variados estilos. Algunos hechos por arquitectos internacionales, de Inglaterra, Francia o Italia, se unían a arquitectos de talento local y se sumaba la influencia  del estilo colonial. Lo curioso de su estructura es que la casa del hacendado mira a la casa de máquinas, que antes era el corral cuando la industria era ganadera. En ocasiones la fábrica era un edificio  más lujoso que la propia vivienda del propietario. Las haciendas de Xtepén o Ruinas de Ake son buenos ejemplos”.  Y destaca González: “otra característica es que muchas veces el mobiliario no está a la altura de la opulencia y el nivel de diseño de los edificios. El yucateco duerme en hamacas y sus casas tiene un interiorismo sencillo en origen que los nuevos propietarios han querido renovar y enriquecer”.

La periodista y escritora Susana Ordovás acaba de publicar  el libro Inside Yucatán, junto al fotógrafo Guido Taroni de la editorial Vendome Press. En él recorre alguna de las Haciendas más destacadas de Yucatán, por su arquitectura, sus jardines, su diseño o interiorismo.  Un total de 27 viviendas que muestran el resurgir de estos edificios que vivieron una época de esplendor y hoy son recuperados. 

Se dan cita en estas viviendas el estilo morisco,  medieval,  renacentista, colonial.. Una propuesta ecléctica en la que cada propietario le da su personalidad. Hablamos con la autora Susana Ordovás, de origen irlandés, que vive entre Madrid y México, especialista en periodismo de arquitectura, escribe en The World of  interior y se enamoró de las haciendas yucatecas. Le acompañó en la tarea de retratarlas el fotógrafo Guido Taroni, autor de libros como Inside Tangier Inside Milan.

“La verdad es que recorrer las  haciendas,  visitarlas, saludar al propietario, ha sido una experiencia increíble” nos señala Susana. “para mí representa un enorme descubrimiento ver toda la riqueza que hay en estas viviendas, Yucatán está lleno de tesoros escondidos”. Y añade: “desde la primera hacienda que visité quedé encantada, Xukú una casa en mitad de la selva, con una pirámide maya.  Hay magia. Ves la evolución de haciendas ganaderas hasta  el auge del henequén a partir de 1850. Otra cosa que me sorprendió es que cada hacienda es un mundo diferente, ves estilos neogóticos, otros coloniales, renacentista, cada una con un estilo genuino.

(Izq.)  La hacienda Subin fue construida en la década de 1680 como granja ganadera y en el siglo XIX se transformó en una plantación de henequén. (Der.) Alberca de la hacienda Tekik de Regil, con un ecléctico estilo en el que los muros del siglo XIX comparten espacio con frescos contemporáneos.

Con las intervenciones de los propietarios, cada uno tenía una propuesta. Al principio no eran viviendas eran espacios productivos, luego sí”. Para Ordovás son casas vivas,  “Ahora  es interesante el proceso de cómo han sido rescatadas, son casas privadas donde se une interiorismo y arte. Mobiliario muy variado. El clima de calor y humedad es duro, muchos muebles no sobrevivieron.  Y  las casas rescatadas tuvieron que ser amuebladas de nuevo. Trajeron piezas de Francia, Italia, España”.

Otras sorprenden por su estilo renacentista, con esculturas traídas de Italia. 

Algunas se transforman en  galerías de arte, son casas que reflejan sueños perseguidos, nostalgia, estéticas de otras latitudes. De las parte de la estancia,  lo que más le atrae a Ordovás son las cocinas, en esas viviendas era un centro de actividad y  escenario de grandes veladas y  ejecución de rectas  de la prestigiosa cocina Yucateca, reconocida entre las más  interesantes del continente. El Pinar la cocina parece de  una casa de muñecas y en Petac un espectáculos con sus azulejos de cerámica y sus muebles antiguos.Un patrimonio cultural.

Cada casa tiene un alma diferente.  Ordovás está orgullosa de poder contribuir con su libro a que  Yucatán esté a un nivel internacional de arquitectura  sacando a la luz estas casas envueltas por la selva. Son un reflejo de un estilo de vida pero con grandes raíces culturales. “Las haciendas en ruinas y los restos arqueológico s que adornaban la exuberante campiña tropical, así como los austeros edificios coloniales y las mansiones decadentes que adornaban las calles de Mérida, revelaban relatos de espléndidas épocas pasadas” .Señala en la introducción, fachadas ornamentadas, piezas de mampostería,  reutilización de estructuras mayas. Todo vale para levantar un sueño.

(Izq.) La hacienda Yaxcopoil fue fundada en el siglo XVII como una humilde granja de ganado y maíz. (Der.) Propiedad del artista Javier Marín, en la hacienda Sac Chich destacan las columnas de estilo corintio, un interior ecléctico que refleja la personalidad del propietario.

Construida con antiguas piedras procedentes de ruinas prehispánicas, Yaxcopoil, que significa “lugar de los álamos verdes” en maya, comenzó su larga vida en el siglo XVII como una granja, el arquitecto andaluz Santiago Servián  quiso erigir un doble arco de influencia morisca en la entrada de la hacienda, como símbolo de su grandeza. Plantel Matilde la casa de Javier Marin tiene toda la fuerza y  grandiosidad de su obra. Así lo describe Susana: “Construido en 2010 en colaboración con su hermano, el arquitecto Arcadio Marín, Plantel Matilde es su refugio del mundo, un santuario donde encuentra consuelo y conecta con la naturaleza”.

Y Marín así lo describe, “Como un lienzo en blanco, este es un espacio de contemplación y meditación, donde puedo pasar tiempo conmigo mismo. Nutre mis reflexiones espirituales y me permite imaginar y crear”.  Es un espacio donde se han celebrado encuentros y bodas inolvidables a la luz de la luna. Su hermano tiene otra ubicada en el pueblo de San Antonio Sac Chich, esta hacienda fue construida a mediados del siglo XIX, durante el nacimiento de la época del henequén.

Dorothe y Chuck Stern  alcanzaron su sueño con la hacienda Petac, hace 25 años.
Se conservó toda la estructura original, se restauraron las fachadas, se rescataron muchas puertas y vigas, y se restauraron los colores originales donde fue posible. Aunque solo se pudo rescatar una pequeña porción de baldosas, lograron adaptar el diseño original a un nuevo molde y fabricarlo localmente. La cocina, que antes era un hogar abierto de leña, fue transformada: “La re-imaginamos como un espacio más acogedor. La mesa se compró en Puebla y las baldosas en Mérida”.Dicen los  propietarios. Aquí, especialidades tradicionales como panuchos, frijol con puerco, poc chuc y cochinita pibil son ahora preparadas por mujeres del pueblo que ayudan en el cuidado de la hacienda.

La vivienda del artista cubano Jorge Pardo es un buen ejemplo para observar la mezcla de estilos que conviven en muchas casas de Yucatán.

Tekik de Regil es una de esas haciendas que solo se encuentran en Yucatán, donde las propiedades fueron diseñadas con un eclecticismo desconcertante. También contrató la experiencia del arquitecto italiano Alfonso Cardone para reconstruir y transformar la próspera hacienda en una lujosa propiedad. Aislada por su propia magnitud, Tekik de Regil en sus orígenes creó una comunidad autosuficiente en su interior donde los habitantes apenas salían al exterior.

Cautivado por la arquitectura histórica de Yucatán y su clima tropical, Bruce Bananto se instaló aquí en 2015 tras una vida ajetreada como diseñador arquitectónico en Nueva York , Los elementos arquitectónicos y el mobiliario, todos diseñados y hechos a mano en gran parte por Bruce, que otorga una gran personalidad a cada objeto y cada habitación. La extensa casa es una mezcla ecléctica de estilos e influencias, como la Toscana, donde pasó dos años, así como detalles moriscos inspirados en la Parroquia de Santiago Apóstol, una de las iglesias más antiguas de Mérida. Columnas, techos con vigas de madera, escaleras, ventiladores, un porche de gran belleza. Con alberca y una cocina amplia y luminosa donde dan ganas de ejecutar todo el recetario de la cocina yucateca.  

Una casa como todas las de Yucatán, con alma propia. Genuinas. Únicas. 


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