Redacción T Magazine México
Hay ciudades que se recorren con los pies, y otras que se recorren con la vista, el olfato, en fin, con los cinco sentidos. Para Ana de la Reguera, Madrid es ambas cosas: un lugar donde la actriz mexicana construye mapas personales que no se parecen a ninguna guía turística. Son trazos íntimos: una terraza con horizonte amplio, un bar de mesas diminutas, una boutique donde la ropa se siente cercana, un museo que se vuelve galería por instantes.
En sus palabras aparece también la sorpresa de lo inadvertido: una horchatería centenaria, un reencuentro inesperado con Bigas Luna en la Plaza Santa Ana, la certeza de que la ciudad, por bella y excesiva, “peca de instagramable”.
Más que una lista de recomendaciones, su relato es un modo de mirar. Madrid se le ofrece como un archivo vivo: de sabores, de imágenes y de recuerdos que se resisten a envejecer.