Joyas efímeras que marcan la hora de los vegetales. Crédito: cortesía de la marca.

Redacción T Magazine México

No hay creación más espectacular que las propias formas orgánicas de la naturaleza. Basta observar a detalle los trazos inigualables en la piel de las calabazas, los bordes de los pimientos que parecen haber sido pulidos, los dibujos hipnóticos de las coles moradas o las formas de las coliflores blancas que recuerdan cúmulos en tardes de verano. La parisina Eleonore Buschinger conoce con maestría las características de los vegetales y ha creado con ello, todo un diálogo fresco, nutritivo y lleno de arte, a través de su estudio Vitamin Color.

Su misión es darle a las verduras un escenario, transformando los productos de temporada en obras escultóricas, efímeras y participativas. En instalaciones específicas para cada sitio y en comidas colectivas, las verduras se convierten tanto en materia como inspiración: vehículos de color, textura y una belleza singular. Cada proyecto comienza con una narrativa enraizada en un lugar, una comunidad o un encargo, y se despliega como una experiencia sensorial que replantea el acto de comer como un gesto de exploración, juego y conexión.

La composición y el juego de los elementos, hace que cada detalle sume. Crédito: cortesía de la marca.
Cada bocado es una revelación que pide ser descubierta. Crédito: cortesía de la marca.
Un guiño al azar de la estética. En Vitamin Color, se celebra un mundo vibrante. Crédito: cortesía de la marca.

Su trabajo ha aparecido en contextos tan diversos como la Filarmónica de Berlín —donde creó una partitura comestible para un homenaje a John Williams—, así como en universos de marca a medida para Montblanc, Estée Lauder, Adidas e IKEA. Alegre, audaz y sin miedo a romper las reglas, Buschinger celebra lo que hay en el plato, su armonía visual y un goce completo de la experiencia alimenticia, llenando no solo el sentido del gusto, sino estimulando visualmente a sus invitados. Entre Nueva York y Berlín, Vitamin Color persigue una misión singular: hacer que el mundo no solo coma verduras, sino que se enamore de ellas.


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