
Por Cecilia Suárez
Me siento muy honrada y satisfecha —también sorprendida— por el Premio Astarté de Honor Actriz Internacional 2025 que acabo de recibir en la VIII Edición del Festival de Cine de Ibiza, Ibicine, pero también feliz por el hecho de que la gente quiera tanto una serie como El jardinero (Netflix), realizada con actores tanto españoles como mexicanos. En parte, es eso de lo que quiero hablar: de que los territorios se intercambien para enriquecerse mutuamente, un hecho que se ha producido gracias a las plataformas.
Y de eso van los Premios Platino, el reconocimiento a un colectivo cada vez más fortalecido que genera industria, porque juntos todos somos más fuertes; porque a todos nos va mejor si nos entendemos a nosotros mismos como un mismo bloque. Ese intercambio nos ayuda a hacernos preguntas, a mirar lo que ocurre a nuestro alrededor desde diferentes prismas y ángulos, a interpretar la mirada del otro, a reinterpretarnos, porque creo que el intercambio permanente es poderoso para todos.
Hoy, en el cine mexicano —también en otras cinematografías— sigue siendo muy complicado rodar una película. Es casi un acto milagroso que supone un gran esfuerzo y un enorme sacrificio para todas las partes implicadas en el proceso. Sin embargo, sigue habiendo historias poderosas, y también voces diversas y potentes, dispuestas a gestar ese milagro. También el hecho de que haya cada vez más mujeres dirigiendo y en la toma de decisiones debe ser un motivo de orgullo, porque esa presencia femenina enriquece a todos los involucrados gracias a su particular narrativa, a su diversidad intelectual, a su variedad de voces, a su pluralidad.
Por todo esto quiero pensar que el futuro será sólido. Considero que las plataformas han sido cruciales para mirarnos más de cerca entre países e industrias y conocernos mejor mientras se mantiene viva la esperanza de la realización de proyectos comunes. Porque la aceptación y la comprensión no suceden todos los días. Por eso el hecho de que esta industria tenga un espacio donde intercambiar ideas y opiniones es algo muy beneficioso para todos. Y celebro que sea así, porque todos nos alimentamos de eso.
En mi experiencia personal, la recepción que he tenido en España ha sido maravillosa. Me siento muy agradecida porque ni en mis más salvajes sueños hubiera imaginado la bienvenida que me han dado en España, un país donde me siento incluida, aceptada y querida. En estos momentos en que la humanidad no está dispuesta a aceptar la diferencia, España me hace creer que estamos más cerca de alcanzarlo de lo que pensamos. Sin embargo, reconozco que en ningún otro sitio me siento como en México. Quizá porque el terruño es sagrado; quizá porque no hay ningún lugar que te pueda hacer sentir como tu propia tierra. México es algo que llevo por bandera, mi mayor orgullo.
Ahora llegan nuevos desafíos. Llega el estreno de Serpientes y escaleras para Netflix, de Manolo Caro. Después de muchos años en los que, por azares de agenda, no hemos podido coincidir, por fin volvemos a reunirnos en un set con una comedia, ese género que tanto nos gusta por su capacidad para hacer reír, para permitir al espectador reflexionar, para hacerse preguntas comprometidas desde la relajación. En estos tiempos pintados de oscuridad, nos toca resistir desde una postura de esperanza y comprensión hacia el otro, sin perder la esperanza.