
Redacción T Magazine México
Hay floristas que trabajan con flores, y otras que trabajan con el aire que las rodea. Sophia Moreno-Bunge pertenece a esta segunda categoría. Fundadora de ISA ISA, estudio bautizado en honor a sus dos abuelas argentinas, su práctica está atravesada por una relación íntima con la naturaleza y la memoria. En su universo, los pétalos no son ornamento sino lenguaje; los espacios no se decoran, se interpretan.


Desde su estudio en Los Ángeles, Sophia ha desarrollado una estética que rehúye la perfección. En cada composición hay una intuición controlada, una tensión entre lo salvaje y lo contenido. Su obra se nutre de la arquitectura, el arte y el movimiento perpetuo del mundo natural, dando lugar a escenas que parecen suspendidas en un instante: flores que inclinan su peso hacia la sombra, ramas que revelan el ritmo del viento, un color que no pertenece a una estación sino a una emoción.

El suyo es un oficio que exige escucha. Sophia diseña ambientes como quien afina un instrumento: atenta al silencio, a la textura del espacio, al sonido que emiten los objetos cuando dialogan entre sí. De ahí su capacidad para transformar interiores, cenas o instalaciones en experiencias sensoriales completas, donde las flores son apenas el inicio de una conversación más profunda sobre el paso del tiempo, la fragilidad y la belleza.
En su obra hay algo que recuerda la antigua idea de los jardines como microcosmos del alma. Cada arreglo es un equilibrio entre lo que se descompone y lo que nace, una coreografía efímera que no busca durar sino resonar. La flor, en su lenguaje, se convierte en arquitectura emocional.
Su estética, orgánica y refinada, rehúye las tendencias. Lo suyo es una búsqueda de atmósferas, de presencias más que de formas. ISA ISA es la extensión natural de esa sensibilidad: un espacio donde las flores, los objetos y los recuerdos conviven bajo la misma luz, como si cada elemento supiera que pertenece a algo más amplio y misterioso.
Sophia Moreno-Bunge no busca dominar la naturaleza, sino escucharla. En esa escucha está su arte, y en su arte, una forma silenciosa de resistencia.