
Redacción T Magazine México
En París, las casas más antiguas guardan secretos de modernidad. La nueva Maison Vivier, instalada en la Rue de l’Université dentro de un hôtel particulier de 1729, es una de esas residencias que no buscan conservar el pasado, sino reinterpretarlo. En este edificio, restaurado con precisión y sensibilidad, Gherardo Felloni, director creativo de la firma, da forma a un espacio que celebra el legado de Roger Vivier, creador del zapato más célebre del siglo XX, y su herencia de elegancia visionaria.
Más que una boutique o un showroom, Maison Vivier es una declaración cultural. El recorrido inicia con una sensación de quietud parisina que se disuelve entre molduras, lámparas y reflejos. Todo se entrelaza, la historia de una marca fundada en 1937, la herencia artesanal, las colaboraciones con artistas, los objetos que vivieron otras épocas y hoy dialogan con una estética contemporánea. La casa es, al mismo tiempo, un museo íntimo, un laboratorio de ideas y una carta de amor a la belleza.


El espíritu de Roger Vivier, quien alguna vez dijo que los zapatos debían “caminar con el alma”, se manifiesta en cada rincón. La luz entra por los ventanales y atraviesa los mármoles, los tejidos y las hebillas metálicas como si también formara parte del diseño. En los salones, tapices del siglo XVIII conviven con sillones de Michel Dufet y esculturas de Pierre-Adrien Dalpayrat, mientras obras de arte contemporáneo de Robert Wilson y Vincent Darré aportan un contrapunto audaz. Cada pieza parece colocada con la misma precisión con la que se traza una costura.
La oficina de Felloni, convertida en un gabinete de curiosidades, es un espejo de su sensibilidad. Libros de arte, porcelanas de Limoges y muebles encontrados en mercados parisinos conviven con bocetos, telas y fragmentos de inspiración. Es un espacio donde lo cotidiano y lo extraordinario se tocan, donde la historia se filtra por los objetos hasta convertirse en materia viva. Detrás, un jardín secreto ofrece un respiro a la intensidad urbana: el sonido del agua, el eco de los pasos, el murmullo de las hojas recordando que la elegancia también puede ser silencio.
El corazón de la Maison late en su archivo. Más de mil creaciones descansan en vitrinas que son a la vez altares y vitrales: los zapatos creados para la reina Isabel II, los que Catherine Deneuve inmortalizó en Belle de Jour, los diseños que marcaron décadas de estilo. Este acervo confirma que la historia de Vivier es también la historia de la feminidad moderna, una elegancia que camina entre el arte, la arquitectura y la imaginación.


El motivo de la inauguración coincide con los 60 años del Belle Vivier, el zapato que cambió la forma de entender la moda y que hoy celebra su aniversario como símbolo de permanencia. Felloni lo reinterpreta con nuevos materiales, texturas y combinaciones de color que revelan cómo el pasado puede reinventarse sin nostalgia. La hebilla, convertida en emblema, vuelve a ser un punto de encuentro entre tradición y deseo.
En tiempos donde la velocidad parece dominarlo todo, Maison Vivier propone otra temporalidad. La del lujo como experiencia introspectiva. La del arte como gesto cotidiano. La del diseño como una forma de gratitud hacia la historia. La inauguración de esta casa no solo confirma el lugar de Roger Vivier como uno de los grandes nombres de la moda francesa, sino que reafirma algo más íntimo: la idea de que una casa puede ser, también, un estado del alma.