Vista de la exposición Inane and Mundane Evolutionary Tales of Fear, Love and Horror, Dallas Contemporary, 2021-2022. Foto: cortesía de la artista.

Redacción T Magazine México

Renata Morales nació en la Ciudad de México, pero creció en movimiento constante entre México, Francia, Texas, Quebec. De esos desplazamientos heredó dos pulsiones —una interior, vibrante, que alimenta su mundo imaginario, y otra exterior, una curiosidad inagotable por la complejidad del alma humana

Su obra no se puede reducir a una sola disciplina. Es dibujo, cerámica, textil, pintura, objeto, instalación. También es vestuario, dirección de arte y lenguaje visual. En su trayectoria ha colaborado con Arcade Fire, Grimes, Denis Villeneuve y el Museo de Bellas Artes de Montreal.

Pero en su universo, esas colaboraciones no son hitos sino extensiones naturales de una misma búsqueda, la de conectar pensamiento, cuerpo y emoción a través de la materia.

Foto: Cortesía de la artista
Foto: Cortesía de la artista

Renata Morales nació en la Ciudad de México, pero creció en movimiento constante entre México, Francia, Texas, Quebec. De esos desplazamientos heredó dos pulsiones —una interior, vibrante, que alimenta su mundo imaginario, y otra exterior, una curiosidad inagotable por la complejidad del alma humana

Su obra no se puede reducir a una sola disciplina. Es dibujo, cerámica, textil, pintura, objeto, instalación. También es vestuario, dirección de arte y lenguaje visual. En su trayectoria ha colaborado con Arcade Fire, Grimes, Denis Villeneuve y el Museo de Bellas Artes de Montreal.

Pero en su universo, esas colaboraciones no son hitos sino extensiones naturales de una misma búsqueda, la de conectar pensamiento, cuerpo y emoción a través de la materia.

Foto: Cortesía de la artista

En Guadalajara, donde ha instalado su taller, el barro se vuelve interlocutor. Allí trabaja cerámica como si fuera una extensión del dibujo, una superficie para narrar identidades fragmentadas, rostros imposibles, reliquias que se resisten al silencio. En cada pieza hay un eco de lo sagrado, pero también de lo cotidiano.

Renata Morales pertenece a una generación que rehúye la categoría. Su arte, atravesado por el exceso y la emoción, existe para recordarnos que la belleza a veces se encuentra en aquello fragmentado.


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