
Redacción T Magazine México
El exceso de la cultura contemporánea pide respuestas. Prada las ofrece a través de un ejercicio de destilación y filtración en el que la ropa se convierte en ensayo. La colección no busca una acumulación, sino un proceso de depuración, donde los fragmentos del presente se reordenan en nuevas constelaciones sobre el cuerpo.
La yuxtaposición funciona como un acto de creación. Los elementos —dispersos, improbables, imprevistos— se reúnen en composiciones inesperadas: el uniforme aparece junto al vestido de noche, el brassière adopta una forma sin estructura, la falda encuentra su suspensión en el hombro. Se trata de una revisión de lo que parecía inamovible, un análisis de vestir que cuestiona las jerarquías heredadas y desplaza lo femenino hacia un terreno de recomposición.



El resultado es una elegancia nueva, menos solemne, más abierta al error como estrategia y al azar como método. Una ligereza radical recorre las piezas, moldeadas de manera poco convencional alrededor del cuerpo, minimizando las estructuras para insistir en la flexibilidad.


Los significados fluctúan. No permanecen fijos en las prendas, ni en el individuo que las porta, sino que se deslizan y se reconfiguran. Esa insistencia en el cambio responde al presente: cada composición se transforma, insistentemente, en reacción al ahora. Prada propone así no una colección cerrada, sino un campo de experimentación donde vestir es pensar, recomponer, desplazar.