María Cenobia Izquierdo Gutiérrez , retrato. 1941. Colección Archivo Casasola – Fototeca Nacional, INAH.

Por Carolina Chávez Rodríguez

El nombre de Frida Kahlo se pronuncia casi como un sinónimo de arte mexicano, más aún del arte femenino. Su imagen, reproducida hasta el cansancio, suele eclipsar una genealogía más amplia de creadoras que también transformaron el panorama artístico del siglo XX y XXI. Hablar de ellas no es reducirlas a “las otras” en torno a Frida, sino reconocer que el arte en México siempre fue plural, contradictorio y mucho más vasto que un icono proyectado para su reproducción serial en tote bags y souvenirs varios. En T Magazine México, queremos hablarte de artistas —que si no conocías—, debes sumar a tu acervo lo antes posible. 

María Izquierdo fue la primera pintora mexicana en exponer individualmente fuera del país. Lo hizo en un tiempo donde las instituciones apostaban sobre todo por nombres masculinos. Aurora Reyes, considerada la primera muralista, llevó la pintura al muro con una carga política que unía arte y pedagogía. Ambas inscribieron la presencia femenina en espacios que antes parecían inaccesibles.

El surrealismo encontró casa en México a través de Leonora Carrington y Remedios Varo. La primera, británica de nacimiento, convirtió la mitología en materia pictórica y escribió novelas donde la alquimia se volvía experiencia. Varo por su parte, tejió un lenguaje propio entre psicoanálisis y ciencias ocultas, abriendo portales visuales que aún hoy inquietan por su vigencia. Las dos decidieron naturalizarse mexicanas, probando que el país también ha servido a artistas e intelectuales a lo largo de la historia como laboratorio estético y refugio político.

Remedios Varo en su estudio en 1963. Crédito: cortesía de Walter Gruen.

En otro registro, Lola Álvarez Bravo capturó con su cámara la vida cotidiana y las contradicciones de una modernidad aún incipiente. Sus fotografías, pioneras en el fotoperiodismo mexicano, nos devuelven escenas urbanas y rurales sin artificio. Cordelia Urueta, llamada la gran dama del arte abstracto, utilizó color y geometrías para afirmar que la lucha por los derechos de las mujeres podía también expresarse en macro formato. 

Ya en generaciones posteriores, Mónica Mayer convirtió el arte conceptual en herramienta de activismo feminista y abrió diálogos incómodos sobre cuerpo, violencia y memoria. Mucho antes, Carmen Mondragón A.K.A Nahui Olin había transitado la poesía, la pintura y la provocación, reclamando un lugar propio en la vanguardia mexicana. Aquí un poema de su autoría… 

«Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed de esos mundos nuevos que voy creando sin cesar,/ y de las cosas,/ y de los elementos,/ y de los seres que tienen siempre nuevas fases bajo la influencia de mi espíritu,/ y mi cuerpo,/ que tienen siempre loca sed,/ inagotable sed de inquietud creadora que juega con los mundos nuevos que voy creando sin cesar y con las cosas que son una y que son mil,/y con los elementos,/y con los seres que me dan insaciable sed y que no sé si tienen algo de sangre, /algo de carne /o algo de espíritu…»

Apodada “Nahui Olin” por el pintor Dr. Atl (que significa “movimiento perpetuo” en náhuatl). Crédito: cortesía de TV UNAM.

Todas ellas, desde campos distintos, muestran que el arte femenino en México no es una categoría menor sino un conjunto de prácticas que cuestionan cánones y abren fisuras en la historia oficial. Conocerlas no es un ejercicio de erudición, es reconocer que la cultura de un país se entiende mejor cuando se atiende a las voces que no siempre encabezaron los manuales escolares o los libros de texto. Nombrarlas en el presente, es un ejercicio no solo de reivindicación, sino de justicia histórica que nos lleva a saber, de quiénes somos herederas.


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