Crédito: cortesía de la producción.

Por Carolina Chávez Rodríguez

El cine tiene la capacidad de volver a abrir heridas que nunca terminan de cerrar. Este 3 de octubre, a 55 años de la masacre estudiantil de 1968, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco será escenario de una función gratuita de No nos moverán, película dirigida por Pierre Saint-Martín. La proyección, organizada en colaboración con ProCine y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, no solo es un homenaje a las víctimas sino también un recordatorio incómodo de las deudas que persisten en la historia reciente del país.

La cinta combina drama, sátira política y comedia negra para hablar de impunidad, memoria y resistencia. Su protagonista, Socorro —interpretada por Luisa Huertas— es una abogada de 67 años que perdió a su hermano en la masacre y que ha dedicado su vida a buscar justicia. En su obstinación, cargada de dolor y rabia, se cruzan las preguntas esenciales sobre los alcances de la memoria y la herida generacional.

Crédito: cortesía de la producción.

La elección de la película como representante de México en la categoría de Mejor película extranjera en los premios Óscar 2026 le da un peso adicional al evento. No es solo una proyección conmemorativa; es también la constatación de que las cicatrices de 1968 aún dialogan con el presente. La mirada de Saint-Martín propone un relato crítico que rehúye solemnidades y apuesta por un tono incómodo, atravesado por ironías y sombras que obligan a repensar la relación entre justicia, poder y memoria histórica.

El 2 de octubre no se olvida porque el olvido sería otra forma de violencia. Proyectar No nos moverán en Tlatelolco —en el mismo espacio donde se intentó silenciar a una generación— es un gesto que reafirma la importancia de la memoria como una forma de resistencia cultural.

La historia de Socorro, que también es la de miles de familias atravesadas por la ausencia y la impunidad, recuerda que la justicia nunca es un asunto cerrado. Y que el cine, al volver a abrir estas conversaciones, se convierte en una herramienta política y social para nuevas generaciones.

Crédito: cortesía de la producción.

La memoria, dicen algunos, es incómoda. Pero quizá su función no sea otra que esa: incomodar, interpelar, sacudir los cimientos de lo que se da por resuelto. En el aniversario 55 del 68, No nos moverán insiste en que el pasado sigue siendo un asunto del presente.


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