
Laura García del Río
Puede que Madonna, camiseta mediante, hiciera famosa la frase que titula este texto, pero fue Damiani quien la validó a través de sus creaciones mucho antes de que la material girl pisara un escenario. Enseña familiar con 101 años a sus espaldas, la transalpina es la única firma internacional de todas las que hoy ejercen la profesión joyera en Valenza, el eje de la industria orfebre europea, que nació en este pequeño pueblo de menos de 20,000 habitantes.
Ubicado justo en el centro del triángulo industrial que articulan Milán, Turín y Génova, en Valenza la tradición orfebre se remonta a 1817, a la quinta que Francesco Caramora abrió en Contrada Maestra. Para cuando Damiani nació en 1924, los talleres en la ciudad piamontesa rozaban el medio centenar. Hoy, Valenza es a la joyería lo que Montegranaro al calzado y Florencia a la marroquinería: un epicentro orfebre en el que las manos de sus artesanos forjan 30 toneladas de oro y engastan 650,000 quilates de diamantes cada año. “Italia es pasión”, dice Giorgio Damiani, vicepresidente del grupo que lleva su apellido y que además de la marca homónima abarca otras como Salvini, Bliss y Calderoni, la minorista Rocca y el fabricante de vidrio Venini. “Es algo que tenemos enraizado en nuestra cultura. Somos impetuosos en todo lo que hacemos: las relaciones, la amistad, los deportes, los gestos”, continúa. “La calidad con la que se produce en Italia en el sector del lujo es esencial”, asegura el empresario. Por algo será que todo el mundo viene a fabricar aquí. En los últimos años Cartier ha abierto una manufactura y empezado las obras de la segunda, Pomellato ha adquirido un laboratorio de engaste, LVMH ha comprado el grupo Pedemonte y Richmont la firma Vhernier. En abril, Bulgari estrenó la ampliación de su ya mastodóntica fábrica: otros 19,000 metros cuadrados que la han convertido en la más grande del mundo.

La competencia es implacable, pero Damiani juega con la ventaja de tener su historia enraizada en Valenza y, lo que es más importante, de ser una de las pocas compañías que continúa en manos de la familia que la fundó, rara avis en una industria en la que los departamentos de fusiones y adquisiciones jamás se toman vacaciones. “Estamos orgullosos de decir que, después de más de un siglo, Damiani sigue siendo cien por cien italiana”, señala el vicepresidente, hoy al frente de la empresa junto a sus hermanos Silvia y Guido. A principios de los años noventa los tres se unieron al equipo de la marca. “Seguir los pasos de nuestros padres surgió de una forma innata, sin ninguna presión. Crecimos literalmente en la empresa. Nuestra casa estaba en el mismo edificio que los talleres. Bajábamos a jugar entre diamantes, oro y joyas. Si no nacimos para esto, sin duda nos criamos para esto”, añade.

En 1996, cuando su padre murió en un accidente de automóvil, los tres decidieron dar un paso al frente. “Dividimos las responsabilidades entre los tres. Y eso nos ayudó mucho. De niños, como todos los hermanos, teníamos nuestras peleas, pero siempre hemos estado muy unidos. Aquello nos acercó aún más, y permitió que esta historia de éxito continuara. La familia es emoción, amor, pasión y, en nuestro caso, también mucho trabajo. Porque, en realidad, somos uno y lo mismo: la empresa es la familia y la familia es la empresa”, dice el vicepresidente de la compañía.
Celebrar un centenario en familia en una industria en la que la norma son los conglomerados, las ventas de acciones y las juntas de accionistas es un hecho a tener muy en cuenta. “Te hace reflexionar”, dice Damiani. “Piensas en todo lo que has logrado, pero también en los sueños que quedan por cumplir. Hemos conseguido mucho, pero nos proyectamos hacia el futuro”, pero sin perder de vista la tradición, la creatividad, la artesanía y, sobre todo, la italianidad. “Todo en Damiani está intrínsecamente conectado a Italia: nuestra familia, la creatividad que nos distingue, la pasión y el saber hacer que nos mueve. La artesanía y la inspiración artística también”, reflexiona.

No es de extrañar, pues que su última entrega de alta joyería haya sido un homenaje a la bota mediterránea, “el país de las maravillas”, el propio Damiani señala. “El paisaje pasa del mar a las montañas y de las colinas a ciudades llenas de arte. Cada viaje te descubre otro mundo, otro universo y eso le da a Italia una oportunidad maravillosa para ser siempre creativa y diferente, porque estamos constantemente estimulados por esa energía que surge de la diversidad”.
Con el nombre Ode All’Italia y dividida en tres líneas, cada una dedicada a un elemento del paisaje italiano, la colección, una manera de homenajear a un país que también es una fuente de inspiración para Damiani, fue presentada en el Palazzo Ripetta de Roma, edificio del siglo XVII que en su día albergó el Conservatorio de San Pasquale Baylon y hoy, además de hotel, custodia una colección de arte con joyas como una esfera del escultor Arnaldo Pomodoro. Toda una declaración de intenciones. Además, es la más ambiciosa realizada hasta la fecha. Con más de un año de preparativos, algunas de las piezas, completamente elaboradas a mano, han necesitado más de 1,300 horas de trabajo, como es el caso del collar Marea Rosa. Las combinaciones de colores también son inusuales y es que conseguir un set de 97 morganitas talla marquesa con el mismo tono de rosa pastel y 78 diamantes del mismo tamaño para que al entrelazarse dibujaran la orilla de las playas de Cerdeña bañadas por el mar es una proeza que lleva tiempo. “Nos gustan los retos, pero nuestros artesanos tienen tablas. Me gusta decir que son como magos. Con las manos, dan vida a las joyas que imaginamos”, dice Damiani.
Al cierre de esta edición, la mayoría de las 76 piezas que conforman Ode All’Italia, todas únicas, se han vendido. “En momentos inciertos, como los de ahora, la gente tiende a preferir cosas que duren, que sean relevantes, y que tengan un significado emocional”, apunta Damiani. Menos doblegada a los vaivenes de las tendencias y los mercados, la joyería es una inversión refugio que además ofrece la posibilidad de trascender en el tiempo. “Esa idea de permanencia y significado personal es magnética. Vivimos en un mundo donde todo se mueve rápido y la búsqueda de la novedad es constante. Pero la joyería es diferente”.
Fotografías: cortesía de Damiani.