
Carolina Chávez Rodríguez
Hay artesanías que nacen del uso cotidiano y otras que se convierten en relato. Lele pertenece a esa segunda categoría, la de los objetos que, sin proponérselo, cargan un mundo completo en su silueta. Nació en Amealco, Querétaro, en manos otomíes que han transmitido su oficio de generación en generación. En sus trenzas, sus listones y su vestido tradicional persisten siglos de memoria comunitaria.
Su nombre significa “bebé” en otomí, un guiño a la ternura, pero también a la responsabilidad de resguardar la infancia dentro de rituales y cuidados ancestrales. Lele no surge como un juguete ornamental, sino como una presencia que acompañaba a las niñas, que ahuyentaba espíritus, que protegía el sueño. Antes de ser de tela, fue de barro, palma y maíz. Antes de ser reconocida como símbolo cultural, fue práctica cotidiana y vínculo afectivo.

A lo largo de los años, la muñeca evolucionó sin perder su esencia. Las manos que la construyen —mujeres de Amealco, pero también de comunidades del Estado de México, Hidalgo y Veracruz— continúan hilando su identidad en cada puntada. En un país donde la artesanía suele ser relegada a la idea de souvenir, Lele recuerda que todo objeto tiene una raíz, un territorio, un idioma que lo sostiene.
En Amealco, el Museo de la Muñeca Artesanal resguarda más de 300 piezas que revelan la diversidad de esta tradición. Están las Dönxu, originarias de San Ildefonso Tultepec, y las Lele de Santiago Mexquititlán, con variaciones en rostro y articulación. Todas distintas, todas irrepetibles, todas hechas a mano. Su estampa es sencilla, pero su carga simbólica es vasta; representan a las mujeres que sostienen la economía familiar y preservan su lengua y su identidad a través del trabajo artesanal.
La historia de Lele es también la historia de quienes la crean. Cada muñeca es un pequeño archivo cultural que contiene técnicas, colores, rezos, cuentos infantiles y memoria colectiva. Es un recordatorio de que la artesanía mexicana no es nostalgia, sino presente vivo, tejido en el ritmo de las manos que la elaboran.
