
Redacción T Magazine México
El mapa de Como se lee en estratos. Mucho antes de las postales perfectas, aquí hubo villas romanas (las de Plinio), rutas lacustres y un pulso comercial que haría célebre la seda. Con el tiempo, la ciudad se convirtió en laboratorio: Alessandro Volta pensó electricidad en estas orillas y, siglos después, Giuseppe Terragni dejó una declaración de modernidad con su Casa del Fascio, un hito del racionalismo italiano. La noción de “glamour” admite, desde entonces, una línea editorial más amplia: belleza y pensamiento en la misma geografía.


Las villas que hoy capturan flashes —Erba, Carlotta, Balbianello— también han sido escenarios de cine y custodias de colecciones, jardines botánicos y archivos familiares. Que una terraza haya alojado una escena de película importa menos que su capacidad para contar época: patronazgo, viajes, diálogo entre artes decorativas y paisaje. En torno al lago, la cultura funciona como una constelación de escalas: una iglesia románica en la península de Ossuccio, un festival de música de cámara, una biblioteca doméstica que resiste mudanzas.

El visitante atento descubre que el lago propone tiempos largos. La luz cambia con la hora, pero también con los relatos que lo habitan, exilios discretos, veranos de escritura, inviernos de estudio. Quizá por eso el glamour no se impone, no se persuade, es simplemente seductor.