Crédito: cortesía del artista.

Redacción T Magazine México

Junhyeok Jang no dibuja peces, dibuja la memoria de haber visto el mar. No pinta un salmón, sino el destello fugaz de un cielo incendiado al atardecer. Su trabajo como diseñador gráfico parte de la premisa de que las imágenes no se construyen únicamente con tinta y color, sino con los recuerdos que las sostienen.

La suya es una práctica que deconstruye y recompone fragmentos de la vida diaria, la infancia y la imaginación, para devolverlos en formas que parecen reconocibles, pero que cargan consigo una capa de extrañamiento. Como cuando las olas se transforman en peces que cruzan la página o cuando el horizonte de un océano perdido regresa como un recuerdo compartido.

Crédito: cortesía del artista.
Crédito: cortesía del artista.

En su obra resuena una pregunta constante sobre lo que dejamos atrás al crecer. ¿Cuándo fue la última vez que nos detuvimos a mirar con calma el cielo o el movimiento del mar? Jang apuesta por abrir esos espacios de pausa, no desde la nostalgia, sino como un recordatorio de que la naturaleza, más que un paisaje, es una memoria común que insiste en ser preservada.

Crédito: cortesía del artista.

Sus piezas se mueven entre lo lírico y lo lúdico, con un lenguaje que oscila entre el diseño y la poesía visual. Allí donde otros ven un trazo, Jang propone un archivo afectivo que no pertenece a nadie y al mismo tiempo a todos. La delicadeza con la que vincula lo íntimo y lo colectivo convierte a su trabajo en una reflexión sobre cómo la experiencia humana puede ser, también, un acto de conservación.

El mar, el cielo, la infancia: todo reaparece en su obra con la fuerza de lo que nunca desapareció del todo.


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