Foto cortesía del artista.

Redacción T Magazine México

Desde Xochimilco, su lugar de origen y su hogar hasta hoy, Jorge Díaz Henry ha construido una carrera que entrelaza el paisaje, la historia y la contemplación. Aunque estudió Derecho en la UNAM, su verdadera vocación apareció mucho antes, en la infancia, cuando comenzó a experimentar con la cámara análoga de su padre. Desde entonces, la fotografía se convirtió no solo en una práctica estética, sino en una forma de mirar el país con una devoción casi espiritual.

Su obra, desarrollada durante más de una década, combina el paisajismo y la fotografía documental, con un énfasis especial en los pueblos originarios de México. Cada imagen que captura es una exploración del tiempo, una forma de registrar los vínculos entre naturaleza y memoria, entre lo humano y lo sagrado.

Amante de los volcanes, Díaz Henry une su pasión por el montañismo con la búsqueda de nuevas perspectivas. Desde las cumbres o mediante la fotografía aérea con drones, su lente alcanza dimensiones que superan la mirada terrenal y rozan lo celeste. En sus series más recientes, el cielo y la tierra parecen dialogar, revelando un México que respira, que se transforma, que permanece.

Foto cortesía del artista.
Foto cortesía del artista.

Ha presentado exposiciones individuales en distintas regiones del país, consolidando una propuesta visual que exalta la vastedad del territorio y la profundidad de la cultura mexicana. Su mirada no busca el exotismo ni la nostalgia, sino una modernidad silenciosa que emerge desde la raíz, un país que todavía se deja ver en las sombras y los reflejos de la montaña.

En su obra, la historia de México se presenta como una geografía afectiva. Cada encuadre contiene una reverencia por lo antiguo, por la tierra que se habita, por la vida que resiste.

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