El poder y la influencia de la mujer latina en la industria del entretenimiento no dejó de crecer desde el primer tercio del siglo XX. Crédito: cortesía Fundación Gladys Palmera / Casa de América de Madrid.

Por Tommy Meini y Andrea Pacheco

Lupe Vélez, Dolores del Río, María Félix, Meche Barba y otras artistas mexicanas son parte de una historia fascinante de representación en la industria del entretenimiento. Un camino marcado por estereotipos, exotización y, finalmente, por una lucha por la emancipación y el empoderamiento. La exposición LATINA. Mujer, música y glamour en la colección Gladys Palmera, impulsada por la Fundación Gladys Palmera, se presenta entre el 4 de abril y el 5 de julio en Casa de América de Madrid. La muestra es un homenaje a las artistas que han contribuido a la construcción de la imagen latina, reivindicando su papel en la cultura y la sociedad contemporánea.

México y las artistas mexicanas tienen un lugar relevante en la exposición. Desde los años 20 y 30, cuando el cine y la música consolidaron figuras como Lupe Vélez y Dolores del Río, las artistas mexicanas desempeñaron un papel crucial en la construcción de la identidad cultural latinoamericana. En un inicio, ambas actrices interpretaron papeles de mujeres exóticas —asiáticas o rusas—, misteriosas y en ocasiones hipersexualizadas en producciones como Where East Is East (Lon Chaney, 1929), Oriente es Occidente (George Melford y Enrique Tovar Ávalos, 1930), Resurrection (Edwin Carrere, 1927) o The Gateway of the Moon (John Griffith Wray, 1928).

En su deseo por capitalizar al máximo la nueva moda de la rumba, Hollywood moldeó la imagen de la mujer latina según sus cánones estéticos y, aunque le otorgaba visibilidad, perpetuaba estereotipos de exotismo y de una sensualidad exacerbada. A medida que la industria del entretenimiento consolidaba su dominio global, muchas de estas representaciones fueron ajustadas para hacerlas más cercanas a los estándares de belleza predominantes en Estados Unidos y Europa. Esto llevó a seleccionar exclusivamente actrices latinas blancas o a modificar la apariencia de otras. Hoy podemos entender este proceso como un blanqueamiento de la imagen de la mujer latina. No obstante, con el tiempo, muchas de estas figuras comenzaron a subvertir los roles impuestos, dotando a sus personajes de una fuerza y una autonomía que trascendieron la pantalla. A medida que el cine mexicano floreció, especialmente en su Época de Oro, estas artistas no solo fueron iconos de belleza y glamour, sino también símbolos de resistencia y autodeterminación.

Durante la Época de Oro del cine mexicano, María Félix se erigió como el símbolo de la mujer fuerte, segura y desafiante ante un mundo dominado por los hombres. Su presencia en películas icónicas la convirtió en un referente del empoderamiento femenino, rompiendo con la imagen de la mujer sumisa y dependiente. Félix, con su actitud desafiante y su firmeza ante la industria, representó un modelo de mujer que no se conformaba con ser un simple adorno en la pantalla. Paralelamente, en la música, figuras como Chavela Vargas desafiaron no solo los cánones estéticos y de género, sino también los códigos de la industria, asumiendo un estilo propio que la convirtió en una leyenda. Vargas, con su voz desgarradora y su estilo andrógino, rompió con las convenciones de la época, abriendo el camino para generaciones futuras de artistas que no se conformaban con los moldes tradicionales y normativos.

No obstante, junto a estos modelos de independencia, coexistió una narrativa cinematográfica y musical que perpetuó estereotipos de la mujer latina como objeto de deseo. El cine de rumberas, protagonizado por Ninón Sevilla, Rosa Carmina, María Antonieta Pons, Meche Barba y Amalia Aguilar, si bien ofreció una plataforma de visibilidad a las artistas, también reforzó la asociación de lo latino con la sensualidad exacerbada, la lujuria y el pecado. La moral tradicional prevalecía en estos relatos, castigando a las protagonistas con finales trágicos o redentores, reflejo de una sociedad aún regida por valores patriarcales.

A pesar de esto, muchas de estas artistas encontraron en sus personajes una forma de desafiar las expectativas impuestas, utilizando su talento y carisma para proyectar una imagen de poder dentro de los límites que les imponía la industria. Algunas, como fue el caso de Ninón Sevilla, también buscaron su independencia produciendo sus propias películas, aunque, por prejuicios machistas, no podían aparecer en los créditos en este rol. En este aspecto, además de compartir el gusto y la pasión por el mundo del cabaret y de la noche, las vedettes mexicanas de los años 60 y 70 reivindican el aporte feminista de estas rumberas. Algunas de ellas hablan de ese camino hacia la independencia y libertad en el documental mexicano Bellas de noche (María José Cuevas, 2016), que estará proyectado en el programa público de LATINA. Ellas son Lyn May, Olga Breeskin, Rossy Mendoza, Princesa Yamal y Wanda Seux.

Con el paso de las décadas, la lucha por la representación auténtica de la mujer en el espectáculo ganó terreno. En los años 70 y 80, el auge del feminismo y el activismo permitió que muchas artistas asumieran un rol más protagónico en la toma de decisiones sobre sus carreras. En el cine, la cantante Rosa Gloria Chagoyán también asumió en Lola la Trailera (Raúl Fernández, 1985) un papel protagonista de mujer luchando contra los hombres del narcotráfico. El éxito de la película se convirtió en una trilogía y un símbolo de lucha contra el machismo.

La exposición trata de explicar la evolución de la figura femenina latina en el cine, la música y el arte a lo largo del último siglo. Crédito: cortesía Fundación Gladys Palmera / Casa de América de Madrid.

En la música, ya desde los años 50 pero asociadas a la nueva canción de finales de los 60, cantantes como Mercedes Sosa, Violeta Parra y Chabuca Granda, aunque no mexicanas, fueron referentes de una nueva forma de hacer música, centrada en la denuncia social y la reivindicación de los derechos de las mujeres y los pueblos latinoamericanos. En México, figuras como Lila Downs han continuado esta tradición, fusionando la música folclórica con discursos de resistencia y empoderamiento.

Hoy, el legado de estas mujeres sigue vigente en la industria del entretenimiento. Artistas contemporáneas como Natalia Lafourcade, Julieta Venegas y Mon Laferte han logrado consolidar carreras que desafían las imposiciones comerciales y celebran la identidad latinoamericana desde una perspectiva auténtica y, por supuesto, feminista. Estas artistas han logrado tomar el control de su imagen y de su discurso, utilizando su música como una herramienta de expresión y empoderamiento. En el caso de Mon Laferte, por ejemplo, su activismo feminista ha sido una parte esencial de su carrera, abordando en sus canciones temas como la violencia de género y la lucha por los derechos de las mujeres.

Por otro lado, el auge de las plataformas digitales ha permitido que una nueva generación de artistas mexicanas tenga mayor control sobre su imagen y su narrativa. Figuras como Ximena Sariñana, Carla Morrison y Ely Guerra han aprovechado las redes sociales y las plataformas de streaming para conectar directamente con su público sin depender de las grandes disqueras o productoras. Esto ha abierto un espacio para propuestas más diversas y auténticas, donde la mujer mexicana puede expresarse sin las limitaciones que imponía la industria en décadas anteriores.

Sin embargo, a pesar de los avances logrados, aún persisten desafíos en la industria del cine, la música y el espectáculo. La hipersexualización de la mujer sigue siendo recurrente en ciertos géneros musicales y la representación de las artistas en los medios aún enfrenta obstáculos. La lucha por una mayor equidad de género en el mundo del espectáculo es un proceso en constante evolución y las artistas continúan trabajando para abrir caminos y romper barreras.

Esta muestra es un recordatorio de la evolución de la mujer en la cultura y del papel transformador que han desempeñado las artistas latinas y, entre ellas, las mexicanas, en la lucha por su autonomía y representación justa en la historia del espectáculo. A través de su talento, su resiliencia y su compromiso con la transformación social, estas mujeres han desafiado las expectativas y han reescrito las reglas de la industria. Su legado es un testimonio del poder del arte como herramienta de cambio y un recordatorio de que la lucha por la representación equitativa de la mujer en el espectáculo continúa.


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