
Por Kira Alvarez
La reciente inauguración del Museo Casa Kahlo, conocido también como La Casa Roja, en la colonia Del Carmen de Coyoacán, no sólo amplía el mapa museo gráfico de la artista mexicana más célebre del siglo XX, sino que invita a mirar a Frida desde una nueva perspectiva: la de sus raíces personales, su archivo íntimo y su dimensión global.
Para explorar esa otra cara de Frida, T: The New York Times Style Magazine México conversó en una entrevista exclusiva con Celia Stahr, escritora, historiadora del arte y autora de Frida in America: The Creative Awakening, quien lleva más de una década investigando los años formativos de la pintora en San Francisco, el lugar donde —como ella misma sostiene— Frida encontró su voz como artista.


Una fascinación que se convirtió en vocación
“Descubrí a Frida en mis veintes —nos contó Stahr—, cuando en una clase de historia del arte apareció en pantalla su Autorretrato con mono (1940). Literalmente dije: ‘¿Quién es esta artista?’”.
Desde entonces, la historiadora comenzó a investigar su obra y, con el tiempo, a enseñar sobre su paso por Estados Unidos. “Empecé a dar clases sobre su estancia en San Francisco y noté que no existía información detallada, a pesar de que fue un periodo crucial para ella. Así que pensé: quizá soy yo quien deba escribir el libro que quiero leer”.
Esa intuición se transformó en una investigación de largo aliento que la llevó a trabajar en la biblioteca del San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA), donde tuvo acceso al diario de Lucienne Bloch, colaboradora y amiga cercana de Frida y Diego Rivera, y más tarde a un conjunto de cartas escritas por la artista durante su estancia en Estados Unidos. “Contacté a la nieta de Bloch —explica—, y me permitió leer su diario completo y fotografiar lo que quisiera. Más adelante encontré las cartas de Frida conservadas en el National Museum of Women in the Arts, en Washington, y ahí sentí que podía escribir el libro: ahora estaba dentro de la cabeza de Frida, sabía lo que pensaba, lo que sentía.”


San Francisco: el punto de inflexión
Stahr sitúa la llegada de Frida Kahlo a San Francisco, en noviembre de 1930, como un punto de inflexión tanto personal como artístico. En esa ciudad, donde Rivera trabajaba en diversos encargos murales, Frida empezó a ser reconocida no como la esposa del muralista, sino como una creadora con una voz propia.
Fue ahí donde pintó obras fundamentales como Retrato de Luther Burbank, una pieza que combina la figura humana con la naturaleza en un gesto simbólico que anticipa su madurez estilística. “En San Francisco —dice Stahr—, Frida encuentra su lenguaje visual y comienza a firmar sus obras como Frida Kahlo, no como Frida Rivera.”
Además, la historiadora destaca la figura de Albert M. Bender, coleccionista y mecenas clave de la escena californiana, a quien Frida y Diego consideraban un aliado. Fue él quien impulsó la exhibición de una de sus primeras obras en Estados Unidos, abriendo la puerta a su visibilidad internacional.


La Casa Roja: la Frida íntima resurge en Coyoacán
Noventa y cinco años después de su estancia en San Francisco, la apertura de La Casa Roja en Ciudad de México refuerza la lectura de una Frida que trasciende el mito. Inaugurado en septiembre de 2025, el nuevo museo ocupa una de las propiedades familiares del clan Kahlo Calderón y busca mostrar la dimensión privada de la artista: su relación con su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo; los objetos que coleccionaba; los espacios donde pintaba y escribía; e incluso el sótano que usaba como refugio creativo.
“Visitarlo fue una experiencia profundamente emocional”, confiesa Stahr. “Aunque creí saberlo todo sobre Frida, descubrí cosas nuevas: las muñecas que compró en el Chinatown de San Francisco, el sótano al que bajaba, los cuadros tempranos de flores… Es conmovedor ver cómo todo encaja.”
El museo —ubicado a pocas cuadras de la Casa Azul— expone correspondencia inédita, fotografías familiares, bocetos tempranos y piezas que nunca habían sido mostradas al público, ofreciendo un retrato más humano y doméstico de la artista.


Frida entre dos mundos
San Francisco y Coyoacán son, en ese sentido, dos polos que dialogan: la ciudad donde Frida se profesionaliza y encuentra su voz, y la casa donde se preserva su alma familiar. “Frida era sumamente consciente de su carrera”, afirma la autora. “En sus cartas se nota que no quería perder la oportunidad de exhibir ni de vender su obra. Era visionaria, incluso en su propio posicionamiento como artista.”
La Casa Roja y la investigación de Stahr, cada una a su modo, reconstruyen ese puente: la Frida cosmopolita y la Frida doméstica, la mujer que mira hacia fuera y la que se repliega hacia dentro.