Daniel Valero fotografiado en Mestiz, en Fábrica La Aurora, San Miguel de Allende, el pasado 10 de marzo. Crédito: Ana Hinojosa.



Por Cristina Alonso

El mundo es en blanco y negro hasta que uno entra al showroom de Mestiz. Ubicado en Fábrica La Aurora, el reconocido centro de diseño de San Miguel de Allende, el espacio invita a sumergirse en la mente inmensamente creativa de su fundador, Daniel Valero, donde las formas, los colores y los detalles cobran vida de maneras inesperadas.


Entre armarios que se parecen a plantas desérticas y sillas de mimbre que bien podrían ser animales, Valero ha creado un universo visual y sensorial que resalta el valor de algunos de los oficios más tradicionales de México, inyectándoles al mismo tiempo una buena dosis de modernidad e irreverencia. Nacido en Saltillo (Coahuila), Daniel Valero estudió Arquitectura, pero nunca ejerció la carrera, optando en su lugar por el arte y el diseño de mobiliario. “Eso ya lo traía desde niño”, cuenta. “Cuando me gradué, todo se hacía a través de la computadora y a mí me faltaba la parte manual”.


Fue en 2015 cuando decidió crear Mestiz como un hobby, sin saber realmente cuál sería su destino. En colaboración con talleres de sarapes —artesanía que es casi sinónimo de su ciudad natal—, el proyecto le permitió crear conexiones con artesanos, combinando su conocimiento con sus propios aprendizajes. “Le puse este nombre a la marca porque mi idea era desaprender muchas cosas”, recuerda, “y me abrió los ojos al mundo del trabajo artesanal y toda su cosmovisión”.

La butaca Chirimoya es una de las piezas que pueden encontrarse en Mestiz, el colorista proyecto de Valero. Crédito: Ana Hinojosa.


La relación con los artesanos ha sido un elemento esencial en la historia de Mestiz desde sus orígenes, pues Valero acostumbra a visitar distintas comunidades en el país desde su infancia en el norte. Con la creación manual como brújula, siempre ha tenido clara una meta: establecer relaciones con los artesanos para crecer y evolucionar juntos. “Este es el resultado de trabajar mucho tiempo con las mismas personas; de seguir investigando las técnicas y expandir sus límites”, explica. Así, las ideas que se conciben entre Valero y su equipo en la parte trasera del showroom, donde una enorme mesa verde se presenta como la central de diseño, se materializan en distintos talleres, la mayoría de ellos en la región. El tule se trabaja en Atotonilco y la cerámica en Dolores, mientras que el mimbre se elabora en Tequisquiapan y los textiles en Saltillo. 


Crear un lenguaje

“Nunca he sido cromofóbico”, asegura Valero, rodeado de los vibrantes tonos que habitan su showroom: una gran mesa naranja en forma de flor, un estante tan rosa como una buganvilla. Aunque su entendimiento y su uso del color han ido evolucionando con los años, cree en este como el lenguaje de la luz. “Todo lo que está vivo interpreta el color de una manera, hasta las plantas y los animales”, señala. Y después está, por supuesto, la relación personal. Valero encontró la inspiración para un tono rosa en un rancho cerca de San Miguel donde acostumbran a teñir las tortillas, mientras que el rojo nace a partir de la Plaza de Toros de San Miguel y el verde refleja las cactáceas que tanto le fascinan y que forman parte clave de la historia de la marca.

Valero frente al Instituto de Bellas Artes de San Miguel de Allende, ciudad que reconoce le ayudó a expandir sus horizontes creativos. Crédito: Ana Hinojosa.


A partir de su llegada a San Miguel en 2019, Valero empezó a expandir sus horizontes creativos. Además de trabajar con mimbre, cerámica y textiles, experimentó con madera y piezas de mayor formato, construyendo poco a poco la identidad de Mestiz. “La intención siempre fue crear un lenguaje y que todas las piezas tuvieran un diálogo”, explica. “Considero que mis piezas son objetos salvajes, con una identidad árido-americana”. Hoy, es posible reconocer casi de inmediato una de sus instalaciones, como los aparadores que ha creado cada fin de año para Hermès en México, o su reciente colaboración con los tres hoteles de la marca Auberge en nuestro país durante la temporada festiva de 2024. En el futuro próximo, viene una colaboración con la marca francesa de retail Monoprix, que será la primera colección industrial para Mestiz, representando un importante y fascinante salto del diseño artesanal —tal y como describe su creador— que distingue a la marca.


Este concepto ha guiado el proceso creativo, así como el oficio de hacer de cada idea una realidad. A partir de un diálogo con su equipo de artesanos, se eligen los materiales naturales que se utilizarán en cada creación, al igual que los tintes o esmaltes y otros detalles. Una colección de piezas de cerámica, por ejemplo, nace a partir de arcilla de Santa Rosa, un material de color terracota en su estado natural. Después, Valero y su equipo eligen un esmalte para darle color y, una por una, le colocan una serie de ornamentos a mano que recuerdan a las espinas de una planta.

La Víbora de Tule es un sofá que resume parte de las inspiraciones de Valero. Crédito: Ana Hinojosa.


Son todos esos detalles los que hacen único a cada objeto (el esmalte puede verse ligeramente distinto entre una pieza y otra y es probable que las espinas no sean exactamente iguales). Es ahí donde está la belleza. “La creación manual es muy interesante, porque lo que aparenta ser un error puede ser una nueva oportunidad”, explica. De esta manera, Mestiz también resalta el valor cultural de la artesanía y su parte más ligera y divertida, en la que las formas, los colores y el sentido del humor se hacen presentes en piezas que provocan una sonrisa en cada encuentro.


En casa en San Miguel

Valero ha encontrado infinitas fuentes de inspiración y motivación en San Miguel de Allende, fascinado por su energía creativa y por esa sensación acogedora que solo una ciudad de este tamaño puede ofrecer. “Llegué con la bandera de descentralizar el diseño, porque si quieres hacer algo diferente, tienes que mover algo”, dice. Dejando las ciudades grandes en favor del encanto de las calles empedradas y el paisaje semidesértico que le recuerda a su región natal, en San Miguel de Allende Valero ha encontrado el ritmo y el entorno ideales para crear. Hoy, seis años después de su llegada, se emociona por formar parte de su panorama creativo. “Están pasando cosas y San Miguel de Allende está creando su propio lenguaje para aportar algo a la escena mexicana”, apunta. A partir de la pandemia, la ciudad ha recibido una nueva población joven que le está inyectando nuevas energías. “Es un lugar pequeño con una carga emocional fuerte, con mucha expresividad: con colores, texturas y un estilo de vida diferente”.

Valero posa en Mesonia, la suite que Mestiz abre este mes en San Miguel de Allende. Créditos: Ana Hinojosa.


En abril de este año, las ideas de Mestiz vuelven a tomar forma en San Miguel de Allende con la apertura de Mesonia, una suite en el centro de la ciudad imaginada y decorada por la marca. Valero la describe como una instalación habitable: un espacio donde cada elemento, desde el sillón en forma de serpiente hasta la jaula que esconde el aire acondicionado, invita a experimentar la ciudad con un espíritu alegre. Con una pequeña cocina y comedor en la terraza y espacios camuflados para almacenar todo tipo de utensilios, la suite es perfecta tanto para un fin de semana como para una estancia más larga.


Hospedarse en Mesonia es el punto de partida ideal para sumergirse en la esencia de San Miguel de Allende y explorar los lugares que tanto inspiran a Valero: el Charco del Ingenio, una reserva natural desértica perfecta para una caminata entre plantas endémicas; el Parque Juárez, siempre vibrando con vida local, y los Lavaderos del Chorro donde, según la leyenda, nació San Miguel gracias al brote del agua, quizá el rincón perfecto para llenarse de vida y dejar que la energía y las ideas fluyan en libertad.


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