Crédito: Armani.

El mundo de la moda despide hoy a Giorgio Armani, “Il Signor Armani”, como lo llamaban con respeto y devoción quienes trabajaron a su lado. A los 91 años, el sastre que cambió la historia del vestir partió en paz, rodeado de sus seres queridos, con la misma sobriedad que imprimió a cada uno de sus diseños.

Nacido en 1934 en Piacenza, Italia, Armani no siguió la ruta trazada hacia la medicina, sino la que le marcó el instinto, la confección. Su aprendizaje comenzó en los almacenes y se consolidó en la casa Nino Cerruti, donde perfeccionó los secretos del oficio. Desde ahí, tejió con paciencia y audacia el imperio que llevó su apellido hasta los confines de la vida moderna.

Más que un diseñador, Armani fue un arquitecto de la silueta contemporánea. Eliminó excesos, suavizó estructuras, liberó al cuerpo de la rigidez para vestirlo de autenticidad. En sus manos, el traje dejó de ser armadura para convertirse en segunda piel, un gesto de libertad y poder que redefinió la feminidad y la masculinidad de toda una época.

Su visión no se limitó a la moda. Con perfumes, hoteles, interiores y gastronomía, Armani construyó un universo estético que transformó el lujo en un estilo de vida reconocible y, al mismo tiempo, universal. Su influencia fue tan vasta que, durante medio siglo, bastaba pronunciar su nombre para evocar una forma de ver el mundo: sobria, elegante, esencial.

La casa que fundó lo despidió con palabras que resumen su grandeza: “Con infinito dolor, el Grupo Armani anuncia el fallecimiento de su creador, fundador e incansable motor. En su espíritu de independencia y en la familia que forjó con empleados y colaboradores, permanecerá siempre vivo”.

El funeral será privado, como él lo deseó, pero la cámara funeraria se abrirá en el Armani/Teatro de Milán, recordando que su historia pertenece también a la ciudad que amó y apoyó hasta el final.

Giorgio Armani no solo diseñó ropa, sino imaginó toda una manera de trascender el tiempo. Hizo de la discreción un estilo, del minimalismo un idioma, de la elegancia una oportunidad. 


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