
Redacción T Magazine México
En el centro histórico de San Salvador ocurre algo inesperado. Una casona de los años veinte recupera la dignidad arquitectónica que el tiempo le fue arrebatando y vuelve a encender la vida cultural del barrio. La llaman Casa Bou y, aunque sirve café, su propósito rebasa por completo el imaginario de una tienda habitual. Es una sede donde la marca apuesta por la formación artística, el encuentro comunitario y la reparación simbólica del espacio público.
La casa abre sus puertas dentro del antiguo Edificio Antonio Bou, restaurado con precisión artística. Los vitrales creados por Margarita Llort y los murales de Darwin Flores y Madjer Linares narran el recorrido del grano desde la semilla hasta la taza y convierten los muros en un pequeño archivo visual. El diseño mezcla Art Nouveau con criterios contemporáneos de sostenibilidad energética y uso responsable del agua, un diálogo que hace visible el pasado sin ocultar la urgencia del presente.
Casa Bou quiere funcionar como punto de inflexión para las juventudes del país. A través de alianzas con Glasswing, el MARTE y el Ministerio de Cultura, el espacio será sede de talleres, programas educativos y acompañamiento creativo dirigido a jóvenes salvadoreños que buscan algo distinto y no siempre encuentran dónde afinar la mirada. La Fundación Starbucks financia la iniciativa con una beca que permitirá que más de 175 jóvenes accedan a formación artística, herramientas para la vida laboral y espacios de exhibición para sus obras.


En paralelo, la casa integra un programa que conecta a artistas emergentes con profesionales para crear obra pública y colaborativa. Murales, intervenciones y piezas exhibidas dentro y fuera de la tienda intentan reactivar la vocación cultural del centro, un gesto que apuesta por la ciudad y por quienes la habitan.
Casa Bou también recupera la relación histórica entre El Salvador y la marca. El café salvadoreño formó parte del menú original de la tienda de Pike Place hace más de cincuenta años. Hoy el vínculo se reafirma con variedades locales como el Pacamara de Montecarlos y con proyectos que apoyan la productividad de caficultores en un país donde la tierra sigue siendo pieza fundamental de la identidad colectiva.
La apertura coincide con el aniversario número quince de la marca en El Salvador y con la consolidación de un equipo local que continúa expandiéndose. Sin embargo, el verdadero mérito de Casa Bou radica en volver habitable un edificio histórico, en abrir un espacio para el futuro cultural y en recordar que el café, cuando se sirve con intención, puede convertirse en punto de encuentro social y educativo.
