Elena Reygadas y Perla Valtierra el pasado 20 de mayo en la casa-taller de Valtierra, en el sur de la Ciudad de México.

Por Liliana López Sorzano

Fotografía por Karla Lisker

Quien se haya sentado en la mesa del restaurante Rosetta puede percibir la singular sensibilidad que permea la cocina de Elena Reygadas, desde la sutil entrada de la luz del mediodía, hasta la sofisticación simple de sus sabores. Todos esos detalles se conjugan ahora con el universo de la vajilla de la ceramista Perla Valtierra, capaz de hacer brillar los ingredientes mexicanos a través de unas piezas en las que se sienten los trazos de las manos, del torno y las huellas de los dedos. Ambas, desde sus disciplinas, trabajan con la riqueza cultural y biodiversa de México a través de la artesanía, con materiales vivos, lejos de la estandarización, comprendiendo el ritual de la tierra, el tiempo y la naturaleza.
Reunidas en la casa de Valtierra en el sur de la Ciudad de México, que fue en el pasado la casa-estudio del arquitecto Ernesto Gómez Gallardo, conversan sobre la importancia de honrar los orígenes y sobre cómo los objetos, los alimentos y los espacios pueden ser portadores de memoria.

T México: ¿Cómo empezó todo? ¿Recuerdan cuando se conocieron?

Elena Reygadas: Conocí sus platos antes de conocer a Perla. Recuerdo haber visitado una exposición suya en la galería Lulu, en la Roma Sur, hace por lo menos 10 años. Por ese entonces, yo me estaba cambiando de casa, quería platos y terminé comprando un montón de cosas. Me llamaron mucho la atención los esmaltes, nunca había visto algo así.

Perla Valtierra: Esos platos eran muy distintos, fue al principio de mi trabajo, los había hecho en una colaboración con artesanos de Zacatecas. Había muchos esmaltes de colores rojos y azules porque mi inspiración fue la tierra de Zacatecas, que es muy roja, y sus cielos, que son muy espectaculares.

T México: ¿Cuándo empezaron a trabajar juntas?

E.R.: Yo empecé a llevar los platos de mi casa para el restaurante porque a veces hago ese tipo de cosas. Tiempo después, le hice un pedido a Perla para el restaurante y eran unos de color verde y otros de tono café, más tierra.

P. V.: Hicimos unos colores más naturales. Sobre todo, porque yo en esa época tenía mucho azul, pero mi paleta de colores ha ido evolucionando con el tiempo. Creo que la comida no va con el azul.

E.R.: A mí me cuesta mucho emplatar en azul; de hecho, no me gusta, porque siento que es un color que está en el cielo, en el mar, pero no en los ingredientes.

Las piezas de Valtierra se complementan con las elaboraciones de Reygadas.

T México: Perla, ¿qué sentiste cuando viste por primera vez habitar el mundo de Elena en tus piezas?

P.V.: Mucha emoción, porque el platillo cambia un montón dependiendo del plato, pero el plato también cobra una vida muy impresionante cuando tienes un platillo que fue pensado para ese color. Creo que las dos ahí nos empezamos a imaginar muchísimas cosas. Yo empecé a hacer las piezas en alta temperatura. Los primeros colores fueron el verde y el mostaza, y de ahí empezamos a trabajar las formas.

T México: Elena, ¿pensaste algún platillo específicamente para una pieza de Perla?

E.R.: Hicimos hace poco un pastel marmoleado muy espectacular [su cobertura se asemeja a un mármol rosado]. Cuando estábamos haciendo el marmoleado, sí pensamos en los rosas de Perla, y en general me voy adaptando a sus colores, aunque a veces le digo: ‘Hazme este verde un poco más claro’. Todo ha sido muy orgánico. Hay una taza que sí la pensamos en conjunto [con ribetes inspirados enlas cerámicas coloniales y en la mayólica italiana].

P.V.: Elena tenía una que había comprado en Corea que le encantaba porque era lo suficientemente grande para su té y regularmente no había tazas así, altas y estilizadas, sino más de estilo mug. Ahora es mi favorita y es la que uso en casa.

E.R.: Esa creación fue en épocas de pandemia. Yo las tengo en mi casa y las uso para el café, para el té, el chocolate, para todo. Aparte de esa referencia colonial, son muy ergonómicas. No las uso en el restaurante, pero se venden muchísimo en la panadería.

P.V.: Es algo que también es parte de la funcionalidad, porque al principio lo primero que hice con estos ribetes fueron los jarrones, algo totalmente decorativo.

“Me costó comunicarle a la gente que la uniformidad no era un defecto”. Perla Valtierra

T México: Ustedes que trabajan con todo lo manual, con el tiempo, con los materiales, con los ingredientes… ¿Qué lugarocupa la imperfección dentro de su creación?

E.R.: Yo creo que la imperfección se convierte en belleza. En vez de ver algo imperfecto, ves la expresión manual, la expresión artesanal. Ahí se refleja lo bello. Hay algo muy bonito que ha pasado con mi equipo en Rosetta, y es que los platos llegan a veces con los hoyos más grandes. Al principio, ellos no entendían y me decían: ‘Llegaron raros los platos porque no son del mismo color’. Fue todo un proceso comprender que nunca van a llegar iguales aunque sean del mismo verde, porque cada horneada es distinta. Es como el pan, que aunque sea la misma receta y la misma temperatura hay algo que siempre va a cambiar. Me acuerdo una vez que querían regresar todo a Perla porque el verde no era perfecto… Ha sido muy bonito poder transmitir que así es la naturaleza. Del lado de la cocina, en un restaurante, los platillos se tienen que parecer todos, tiene que haber una constancia. Pero si un día el rábano es grande y al día siguiente es pequeño, no lo corto, lo dejo así, porque creo que así expresas lo que realmente es. Hace muchos años, en un restaurante del Valle de Guadalupe, cocinando con colegas, mientras yo decía suéltalo, otro cocinero lo quería milimétrico. Fue muy chistoso ver esa diferencia de emplatado. A mí me parece muy bello cuando no es milimétrico, cuando sale la imperfección, porque se vuelve la perfección de la naturaleza. Y eso son los platos de Perla.

P.V.: Yo lo veo parecido. Me costó comunicarle a la gente que la uniformidad no era un defecto. No es que esté malhecho, como se expresa normalmente, sino que es una alquimia que se produce en el horno. Usamos barro natural y los esmaltes los hacemos con óxidos. No se trata de una porcelana blanca inmaculada.

E.R.: Creo que ahora hasta se valora más esa imperfecciónporque es algo único. Hay que pensar menos en la idea de la homogeneización.

Crédito: Karla Lisker.

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