Politécnico Nacional, en el Museo Jumex, incluye alrededor de 300 obras del artista que abarcan diferentes periodos y técnicas de su obra. Crédito: Ana Hop.



Por Kira Alvarez Bueno

Sábado por la mañana, 10:15 am. Una llamada sorprende por el sentimiento de cercanía y afabilidad. Tras una semana de inauguraciones, conferencias de prensa, celebraciones y condecoraciones, Gabriel Orozco parece relajado y satisfecho con su Politécnico Nacional. Su reciente exposición en el Museo Jumex de la Ciudad de México es la más completa que se ha presentado en territorio nacional, con un título que es una suerte de juego. “Se me ocurrió al ver la lista de obra con Briony Fer, la curadora de esta muestra; la cantidad de técnicas y medios que he utilizado, muchas cosas que he aprendido en la marcha. Digamos que uno recibe cierta educación en la academia, creciendo con la familia, viendo arte, leyendo… Pero a la hora de empezar a trabajar en el mundo real con objetos y materiales, con diferentes culturas, viajando… Pues me di cuenta que había desarrollado una especie de politécnica y se me ocurrió a modo de broma”, explica Orozco, quien realmente es egresado de la UNAM. 


Según ha declarado el artista en el pasado, la pintura y la escultura, al igual que otras disciplinas, tienen sus propias formas de ingeniería. Formas que Orozco ha sabido desgranar a golpe de interés y trabajo, logrando un entendimiento de la geometría, la arquitectura y la historia de la ciencia que vuelca en su obra de manera natural. Un ejemplo son los círculos que vemos a lo largo de su creación; más allá de ser solo figuras pictóricas dentro de una composición, se convierten en insinuaciones de movimiento, rotación y multiplicación. No tiene que ver con las formas puras, sino con cómo las cosas se mueven para conjugar nuevas correspondencias entre ellas. “Siempre me ha interesado la simetría, y al mismo tiempo cómo romperla. La simetría no como el objetivo final, sino lograr entenderla en el mundo natural, en movimiento, su tridimensionalidad, cómo funciona y para qué son la simetría orgánica o la simetría geométrica,” agrega. 

Detalle de Mesa de trabajo, Tokio (2015-2023). Crédito: Cortesía Museo Jumex.


Es tal su entusiasmo, que intenta que cada exposición tenga lugar en espacios abiertos que generen loops o, como él dice, una “circulación circular”. Politécnico Nacional lo consigue. El visitante puede acceder por ambos lados a cada piso de la exposición, un recorrido que le conduce al mismo punto de ingreso. Señala Orozco que el museo funciona como una esfera, con una simetría múltiple en constante movimiento. De esta manera, tanto el espectador como las piezas se convierten en un todo dentro del juego ideado por el artista.


Para articular la muestra, que incluye más de 300 obras de diversas técnicas y periodos, la curadora inglesa Briony Fer –acompañada por Carolina Estrada García, asistente curatorial del museo– realizó un complejo trabajo de recopilación que ofrece una lectura distinta a la de retrospectivas anteriores. Diseccionada por temáticas, la exhibición logra combinar trabajos de diferentes escalas que crean conexiones que al mismo Orozco sorprendieron. “Es un gran desafío cuando tienes este enorme cuerpo de trabajo. Lo que realmente deseaba era traerlo al presente y empezar desde el principio, pero no de forma cronológica. Había que pensar en las obras claves, pero también quería mostrar las cosas pequeñas, que considero tan poderosas como las de gran tamaño. Para mí, era esencial mostrarlas juntas”, comenta Fer, quien dedicó dos años a este proyecto después de dos décadas trabajando junto a Orozco para realmente conocer su obra. “Se trata mucho más sobre una conversación argumentativa, entender cómo se produce la obra. No me refiero a una fricción en un sentido negativo. Me refiero a la sensación de pensar colectivamente en lo que podría ser posible, de preguntarnos: ‘¿Cómo podemos organizarlo?’ Al final todo se convierte en una especie de reciclaje que se regenera. Se trata de cómo trabajar creativamente manteniendo una perspectiva ligeramente diferente, ya sabes, mi propia perspectiva”, continúa la curadora y profesora de historia del arte de The London College.

La curadora Briony Fer junto a Gabriel Orozco durante el montaje de Politécnico Nacional. Crédito: Ana Hop.


Realizar Politécnico Nacional sin límites de espacio, con cada rincón del Museo Jumex a disposición del proyecto, se convirtió para Orozco en un viaje personal que resulta en una experiencia refrescante, ligera e informativa que ayuda a entender las diferentes técnicas empleadas desde que se dio a conocer como artista internacional a principios de la década de los 90. Naturaleza y geometría, orden y accidente, lo hecho a mano y lo fabricado a máquina, el ready-made y el tesoro encontrado, el juego y la mecánica del proceso, aspectos que siguen arraigados a su obra. Ninguna pieza de la exposición es innecesaria o gratuita, cada una es parte clave de un rompecabezas que lleva al espectador a comprender su proceso creativo. “Me gustó mucho ver nuevamente la mesa de trabajo de Japón. Ese tipo de plataformas para la acción las mostré por primera vez en 1996. Cada cinco o diez años configuro una y han participado muy bien en mis exposiciones. Muestran cómo es encontrar cosas cotidianas y transformarlas en gestos artísticos. Disfruté otra vez de jugar al billar… Hacía mucho que no jugaba en mi mesa de billar. También hacer mi mesa de ping-pong de piedra en la plaza del museo. Tenía esa idea desde hace mucho tiempo, pero no había encontrado el momento de producirla y lo hicimos ahora para esta exposición. Siempre me gusta hacer algo nuevo, meter alguna pieza nueva y casi siempre es lo que más me gusta ver”, continúa Orozco al otro lado del teléfono.  


Dividida en tres salas y un sótano, en Politécnico Nacional cada piso funciona como una capa de un contenedor estratificado que activa diferentes aspectos dentro de la práctica de Orozco. El nivel superior, que lleva por título Aire, nos remite al movimiento y a la idea de estar en tránsito: desde los billetes de avión y otros medios de transporte, hasta la serie de bumeranes Corte interno (2014) y Ventiladores toilet (1997), remolinos blancos creados con papel higiénico que giran desde el techo. Aquí conviven piezas de diferentes técnicas y periodos relacionadas con el juego, como Caballos corriendo al infinito (1995), Atomista: concentración absoluta (1996) y Mesa de billar ovalada (1996), entre otras. Una asociación que por sí misma podría ser eje el de una exhibición completa; no en vano, el futbol, el críquet, el ajedrez, el billar, el béisbol y el ping-pong le han servido de inspiración desde el inicio de su carrera. Para Fer, era muy importante activar la idea del juego en la exhibición, invitar al público a observar la práctica de Gabriel Orozco como un terreno de juego ampliado. “Creo que el trabajo de Orozco es serio, tiene un lado político, pero lo hace a través de un enfoque muy lúdico de la creación artística. El juego está presente, aunque sea solo una sugerencia y no estés muy seguro de que se trata, como en Roto Shaku: 8;11;14;17 (2015). No es necesario tocar las cosas para que el juego se active. Es la vía en que el mundo social y el mundo del arte se unen de cierta manera”, expresa. 

Mesa de billar oval, 1996. Crédito: Gerardo Landa ©


El piso intermedio, Tierra, se asoma al universo vegetal que nos remite a una suerte de terrario o jardín espeso en el que convergen organismos en diferentes estados de crecimiento y decadencia. Piedras de río talladas con un cortador mecánico nos empujan a cuestionarnos si su erosión es natural o fabricada por el artista. Los procesos orgánicos y sintéticos desdibujan sus fronteras en piezas como El color viaja a través de las flores (1998), en la que residuos de manchas de una fábrica de flores artificiales cuelgan del techo. “Este piso es casi como una especie de gestión de desechos que se descomponen en materia orgánica. Ciclos, crecimiento, descomposición, generación y regeneración. Hay indicios de muerte, pero luego también hay una especie de renacimiento, así que trato de pensarlo de esa manera: un circuito en torno a los ciclos. Gabriel me ayudó de manera absolutamente brillante a disponer las paredes de una manera que cambia por completo esta sala del museo. A diferencia del piso superior, es un camino serpenteante, otorgando una sensación muy distinta”, explica Fer. 


Agua es el título para el último piso, que se transforma en una especie de acuario que alberga entre sus paredes de cristal a una colosal ballena suspendida. La pieza, de 14 metros y titulada Onda oscura (2006), fue comisionada por la galería White Cube Mason’s Yards de Londres y es una segunda versión de la ballena original (Matrix móvil, 2006) realizada por el artista para la Biblioteca Vasconcelos, en Ciudad de México. El esqueleto está construido con moldes de cada uno de los huesos vaciados en resina y el toque final para la superficie “ósea” son dibujos circulares que Orozco en algún momento describió como una especie de tatuaje. En este piso también se pueden apreciar Balones acelerados (2005), una colección de pelotas de futbol expuesta a los caprichos del medio ambiente. 

Dark Wave, 2006. Crédito: Gerardo Landa & Eduardo López (GLR Estudio) ©


Finalmente, en el sótano del Museo Jumex, en el espacio denominado Composta, se encuentra un video collage titulado #gabrielorozco que reúne contenido existente sobre el artista en internet. La pieza creada por Monse Castera y editada por Adriana Kong fue solicitada por el propio Orozco con el objetivo de transitar su trayectoria mediante memes, comentarios, chistes y contenido de TikTok. El trabajo audiovisual invita de forma irreverente a preguntarnos quién es Gabriel Orozco a través de opiniones contradictorias que van desde su glorificación a genio hasta comparar sus prácticas de acumulación con el personaje televisivo El Ecoloco. Su “arte en bola” también es cuestionado; en algunos casos su obra es etiquetada como “fantochería intelectual”, mientras que otros enaltecen su trayectoria y alaban su proyecto de la calzada flotante dentro del Bosque de Chapultepec e incluso un meme afirma que la depresión se cura con obra de Orozco. La dinámica que se crea con el video nos remite de nuevo a esa relación del artista con el juego y la creación de sus propias reglas mientras se conecta con audiencias más jóvenes desde la controversia digital. 


Con la premisa “el arte es para todos”, Fer engloba el objetivo primordial de Politécnico Nacional: acercar al público a piezas de diferentes formatos que exploran el dibujo, la escultura, la fotografía, la instalación artística y el uso del video a través de treinta años de trabajo. Orozco da libertad a la audiencia para explorar asociaciones creativas entre objetos ignorados a menudo en el mundo actual. “Me doy cuenta de las primeras reacciones de la gente al entrar a las salas, lo puedes percibir en el silencio del espacio cuando la gente está viendo algo, cada uno concentrado en observar”, señala. “Eso es lo que más me llama la atención. Y aunque ya pasaron algunos años, creo que la mayoría de las piezas siguen provocando la misma intriga; por ejemplo, la caja de zapatos (Caja vacía de zapatos, 1993), que también está exhibida y que, de alguna manera, siempre la acaban pateando”.

Pelota ponchada, 1993 (Impresión cromogénica). Crédito: Cortesía Museo Jumex.


En lo personal, su mayor entusiasmo son las audiencias jóvenes, personas que acababan de nacer cuando hizo su última exposición en México. “Eso es lo que más curiosidad me causa, las personas menores de treinta años que tal vez ya conocían mi trabajo de oídas”, apunta. “Hay piezas que han sido polémicas, comentadas y admiradas a través de libros y de pronto las pueden observar en vivo. Me da gusto eso. Creo que es de las cosas que más gusto me dan, la verdad,” agrega Orozco quien también fue un joven espectador de la mano su padre quien de niño lo llevaba a exposiciones de arte abstracto, como la de Victor Vasarely en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México. 


Nacido en Xalapa (Veracruz) en 1962, Gabriel Orozco ha vivido en lugares como Estados Unidos, Francia, Indonesia, Costa Rica y Japón. Un “mapa topográfico del tiempo” que lo ha llevado a sensibilizarse con el entorno local y a colaborar con especialistas en diferentes materias. “Una de las formas más explícitas en las que esto sucede es en sus pinturas Árboles del samurái (2005). Gabriel utilizó el mismo método diagramático de círculos en colores preestablecidos (rojo, azul, dorado y blanco) pero adoptó materiales y técnicas diferentes a las antes empleadas en París. Trabajó con un restaurador que utilizaba temple sobre pan de oro en gesso, paneles de madera y pigmentos con huevo y aceite. Para tallar la escultura de Teocalli empleó rocas específicas de su país, demostrando una relación realmente profunda con el uso de materiales del lugar y sus técnicas”, reflexiona Fer sobre las razones por las que un artista tan internacional sigue conectado con sus raíces y geografía. Orozco mantiene la conexión con su país de origen gracias a estadías en las que aborda la filosofía de que el arte puede intervenir en la esfera social y política desde un ángulo diferente. Prueba de ello es la fuerte carga cultural de las calaveras, símbolos con un gran significado en cosmogonías como la mexicana y sus festividades del Día de los Muertos. Su primera lectura sería la mortalidad, pero yendo más allá se comprende el patrón de movimientos cíclicos creados por los procesos naturales de nacimiento y muerte, la constante de cambio dictada por el flujo del tiempo.

‘La DS’ (1993), de Gabriel Orozco, en el Museo Jumex (Ciudad de México). Crédito: Gerardo Landa & Eduardo López (GLR Studio)


También disfruta jugando con diferentes iconos culturales. Por un lado, los cráneos; por otro, el Citroën DS como cliché y estereotipo del diseño modernista francés en su popular La DS Cornaline (2013). Una conexión con Francia que siempre ha sido para él inspiradora y didáctica y una estima que es recíproca: recientemente fue distinguido como Comendador en la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa, otorgada por el gobierno francés a través del Ministerio de Cultura. 


En Politécnico Nacional, que se presenta en el Museo Jumex de la Ciudad de México hasta el próximo 3 de agosto, Orozco resignifica el acto de dejarse llevar por direcciones inesperadas donde el accidente y el azar son tan fundamentales como las reglas de unos juegos imaginarios que obligan al espectador a convertirse en un participante activo. Bienvenido sea, pues, el gran juego de Orozco.


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