La cantante colombiana Karol G y Bertha González Nieves, CEO y fundadora de Casa Dragones, fotografiadas el pasado agosto en Tequila, Jalisco.

Kira Álvarez

San Miguel de Allende tenía esa luz limpia que aparece temprano, cuando el calor todavía no se impone y las sombras son nítidas. Había llegado con el alba, pero fue más hacia media mañana cuando crucé el centro histórico rumbo a Casa Dragones. Entonces entendí por qué este lugar había sido elegido por la marca de tequila; una ciudad donde la historia, la artesanía y la sofisticación conviven sin esfuerzo. Estaba aquí para entrevistar a la cantante Karol G y a Bertha González Nieves, fundadora de Casa Dragones, en espacios que hablan tanto de territorio como de intención. Dos mujeres que, desde hace tres años y desde mundos distintos, han construido 200 Copas, el tequila cristalino creado en colaboración entre la artista y la maestra tequilera.

Conocía la trayectoria de Casa Dragones, una marca tan sólida como discreta, desde antes de llegar. Fundada en 2009, se concibió desde el inicio como un proyecto de small batch tequila, con procesos modernos y sostenibles y con un enfoque casi quirúrgico en la pureza del agave azul. Y en medio de este universo se encuentra González Nieves, reconocida como la primera Maestra Tequilera certificada por la Academia Mexicana de Catadores de Tequila.

El espacio de Casa Dragones —fresco en sus muros, auténtico en su diseño, contenido en su arquitectura— es un lugar que exige observación. No son unos headquarters cualquiera, sino un lugar que revela una filosofía. Mientras esperaba a González Nieves en uno de los salones, pensé en la relevancia que esta casa tiene para la marca. Restaurada con extremo respeto por su valor histórico, es un inmueble protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). “Muchas de las piezas que verás aquí fueron producidas en México y cuentan una historia muy específica del periodo Mid-Century de la zona del Bajío”, me cuenta González Nieves para describir el proceso curatorial que realizaron junto al despacho neoyorquino Meyer Davis, Marco Martínez del Valle, Raúl Cabra y la curadora Elena Mallet. 

Esa primera mañana, mi conversación con González Nieves inició con el origen del proyecto. Me relató la llamada que la llevó a conocer a Karol G. “Tengo una amiga que se muere de ganas de conocerte, que te quiere platicar de un proyecto”, cuenta que le dijeron. Y su respuesta fue inmediata. Aquella cena, planeada para una hora, terminó en cuatro, suficientemente extensa para revelar afinidades inesperadas.

Durante esos mismos días en San Miguel de Allende, entrevisté también a Karol G. Llegó con una naturalidad que contrastaba con la magnitud de su carrera global. Me habló del origen íntimo de su deseo de crear un tequila. “El proyecto nació de la amistad y la visión de Bertha y la mía, dos mujeres que hemos roto barreras en nuestras industrias. Estaba compartiendo una noche de tequila con mis amigos, cantando 200 Copas, en ese momento supe que quería crear algo con alma”, me dijo la cantante.

La canción había surgido en un periodo de transición personal, y el video —rodado en Punta Mita con amigos, una fogata y una noche sin pretensiones— había marcado un antes y un después. González Nieves lo recuerda con exactitud: “Ella es tomadora de tequila. Y ahí es cuando piensa: ‘Imagínate si yo pudiera hacer un tequila con el que la gente pueda celebrar la vida y los momentos importantes compartidos’”, dice. Durante esa noche, Karol G se tatuó una copa junto al número 200, un gesto que después muchos fans replicaron en conciertos de todo el mundo. La canción se convirtió en un himno global, en un movimiento.

“Yo ya era fan de Casa Dragones. Bertha entendió exactamente lo que yo estaba imaginando. Mi idea era hacer un tequila, pero con ellos”, recuerda Karol G, quien reconoce que comparte con González Nieves valores como la autenticidad, la calidad y la innovación”. “Somos mujeres de trabajo”, agrega González Nieves.

Esa claridad coincidía con el enfoque de la fundadora de la marca. Cuando Karol G le expresó su deseo de colaborar, González Nieves le respondió con transparencia. “La única manera es convirtiéndote en parte de la firma, como inversionista”, le dijo. Casa Dragones no produce ediciones privadas ni colaboraciones superficiales. Su modelo exige integración profunda. Lo que siguió fueron conversaciones largas, pausadas, donde lo primero que emergió fue una coincidencia de ideales como el emprendimiento, la disciplina, la visión y el respeto por la artesanía. “Después de muchas pláticas y de muchos intercambios, nos dimos cuenta de que realmente sí cabía esa posibilidad”, continúa González Nieves.

La colaboración entre la cantante y Casa Dragones ha dado como resultado el tequila 200 Copas.

Durante mis entrevistas a lo largo de esos días, fue evidente que este proyecto se sostiene en un equilibrio no habitual en las colaboraciones contemporáneas. “Todo fluyó de manera muy natural. Crear esto juntas simplemente se sintió como algo que tenía que pasar”, explica Karol G. Para la cantante, el proyecto era una extensión de un proceso creativo más amplio. “Tanto destilar un tequila como crear una canción requieren tiempo, paciencia y dedicación”, continúa. Desde otra perspectiva, González Nieves veía el proyecto como la oportunidad de colaborar y de crear “un camino nuevo en conjunto”.

En la barra de ónix, corona de Casa Dragones, González Nieves me ofrece una degustación técnica del cristalino 200 Copas. Tiene un aroma amaderado muy bonito, también a cítricos y con florales dulces. El sabor tiene notas cremosas de almendra y ciruela”, me cuenta. “No solo es dulce, ¿verdad? Porque de lo dulce te cansas. El final es de largo aliento, con miel y madera especiada que se logra por el añejamiento en barricas de roble americano hechas a la medida para Casa Dragones”, explica. Llamó mi atención su reflexión sobre el estilo cristalino, según sus palabras “una categoría un poco incomprendida”. E incluso así, la casa decidió explorarlo. “Queríamos ampliar el repertorio y entregar algo que fuera una sorpresa’”, admite González Nieves. 

Ese rigor técnico contrastaba con la aproximación emocional de Karol G. En nuestra conversación, la cantante expresó que su intención es conectar, que su meta es que su trabajo inspire a otras personas, ya sea en la música o en el tequila. “Cada detalle cuenta”, me dice. Habla también de “procesos mágicos”, de seleccionar ingredientes y sonidos para combinarlos y encontrarse con algo más auténtico.

En la parte interna de la caja está la letra de la canción, un gesto que Karol G consideraba fundamental, ya que quería capturar “el sentimiento” que vivió la noche que grabó el video. “Quería crear algo tangible que capturara esa esencia y permitiera a la gente conectar de la manera en que yo lo hice”, señala la colombiana.

Lo que más me sorprendió de la conversación con González Nieves no fue solo su dominio del oficio, sino la claridad con la que piensa sobre la región que la vio nacer. Recordó los meses que vivió en Bogotá y en Cali, la devoción colombiana por las rancheras, las fiestas interminables, la manera en que se abriga y celebra todo lo que suena a México. “Como latinos tenemos una gran oportunidad de romper paradigmas globales para construir el craftmanship de lo que podemos hacer como artistas, como territorio”, reflexionaba. Y añadía algo que atraviesa su propia visión creativa: la certeza de que nuestros países, “llenos de retos”, comparten un mismo impulso vital, un mismo fuego. 

Karol G también se suma a la idea. Dice que ambas se encontraron con una gran admiración mutua y una conexión profunda con sus raíces y con la manera en que celebramos la vida. Para ella, la identidad latinoamericana se canta, está en la música que acompaña cada reunión familiar, en la alegría que se resiste a apagarse, en los rituales que nos anclan. “México y Colombia comparten esa pasión”, añade, recordando, además, su gusto por artistas como Thalía y Selena Quintanilla.

Durante nuestro tiempo en San Miguel de Allende también tuvimos tiempo para ahondar con Karol G sobre liderazgo y herencia. Porque, más allá del negocio y del escenario, la cantante quiere dejar un legado que inspire a las personas a vivir “con pasión”, especialmente para las mujeres. “Uno que las lleve a conectar con su creatividad y con su comunidad, siempre honrando sus raíces y su esencia”, matiza. También hace un análisis de su propia trayectoria. Si pudiera hablarle a mi versión más joven, le diría que confíe en sí misma, que se permita ser auténtica desde el principio. Pasé tiempo intentando cambiar lo que era o hacer lo que creía que debía. No hay un solo camino y todos tenemos historias distintas; lo importante es trabajar duro, amar lo que haces y, sobre todo, confiar en el proceso”, señala. De forma paralela, González Nieves reflexiona sobre su propio recorrido como líder en una industria dominada históricamente por hombres, sobre el momento en el que decidió que el género no iba a definir su potencial. La empresaria tiene claro que, si un punto de vista agrega valor, “al final a la gente se le olvida el género”, apunta.

Hubo un momento que ayudó a cerrar la narrativa de manera casi natural. Le pregunté a cada una cómo celebra. “Me encanta celebrar con los que más amo, familia y amigos reunidos, cantando a todo pulmón, riendo, compartiendo historias, disfrutando una buena comida y levantando una copa de 200 Copas para brindar por la vida”, contesta Karol G. La respuesta de González Nieves fue complementaria, pero desde otra perspectiva. “La cuestión es tomarse el tiempo para celebrar, darse el respiro del tiempo para valorar y tener gratitud con la vida”, expresa. “Como productores de tequila, no hay mayor reconocimiento que cuando alguien decide brindar con Casa Dragones. Trabajamos para ese momento, para que la gente quiera celebrar con nosotros”, agrega. 

Esa noche, entre invitados, conversaciones largas y un ambiente cercano, ambas estaban allí. Karol G y González Nieves compartiendo el mismo espacio, el mismo producto, la misma visión. No había artificio, ni pose. Solo un equilibrio preciso entre técnica y emoción, oficio y memoria, México y Colombia. Mientras caminaba de regreso por las calles empedradas, pensé en una frase que pronunció González Nieves: “La oportunidad de colaborar es la oportunidad de crear un camino nuevo en conjunto”. Al final, ese es el punto. 200 Copas no es una extensión comercial ni una edición efímera. Es un proyecto que reúne dos disciplinas que, desde lugares distintos, se encuentran en un territorio compartido. Y San Miguel de Allende, con su equilibrio entre historia y contemporaneidad, fue el escenario inmejorable para comprenderlo.


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