
Redacción T Magazine México
La primavera de 2026 traerá una escena inesperada para el Met. La moda dejará de ocupar un espacio secundario y entrará al museo con una contundencia que Andrew Bolton, curador del Costume Institute, describe como un giro definitivo. La apertura de las nuevas Galerías Condé M Nast, un territorio de casi doce mil metros cuadrados junto a la Gran Sala, no es solo una expansión arquitectónica. Es el reconocimiento institucional de algo que la moda lleva tiempo insinuando el cuerpo vestido pertenece al relato del arte.
“Costume Art” será la primera exposición del espacio renovado y, como dicta la tradición, se convertirá en el eje estético de la alfombra roja más comentada del año. Bolton arma un recorrido donde pinturas, esculturas, piezas arqueológicas y prendas de distintas épocas se encuentran sin jerarquías. El resultado no busca ilustrar un punto, sino devolverle a la ropa la capacidad de enunciar. La muestra revisa cinco milenios de representaciones del cuerpo vestido y desplaza la idea de la moda como adorno para restituirla como lenguaje.
El Met adelanta que el enfoque estará centrado en el arte occidental desde la prehistoria hasta hoy. Las obras conviven con prendas que no necesitan ser explicadas, porque hablan desde su propia estructura. El cuerpo aparece como soporte, límite, herramienta y escenario. En una sala, el rigor geométrico de Durero se cruza con un ensemble de Walter Van Beirendonck que trastoca las proporciones humanas. La fricción es deliberada. Sugiere que la moda y el arte han compartido obsesiones parecidas volumen, identidad, movimiento, artificio.
La gala del 4 de mayo promete traducir estas ideas en clave performática. Todo apunta hacia la lectura del cuerpo como superficie donde ocurre la narrativa. Tal vez aparezcan siluetas inspiradas en estatuas clásicas, texturas que imiten trazos pictóricos, anatomías ligeramente desplazadas por la imaginación de algún diseñador.
La edición anterior del Met Gala, dedicada a la sastrería negra y al dandismo como afirmación cultural, demostró que la ropa puede ser un argumento político sin perder sutileza. “Costume Art” da un paso distinto. No exige protesta ni reivindicación. Pide lectura.