Fotos cortesía de la artista.

Redacción T Magazine México

Nacida en Guanajuato y criada entre dos mundos, Gloria Martínez-Granados ha construido una obra que atraviesa los límites de la técnica y la geografía. Su práctica interdisciplinaria une el bordado, el tejido de cuentas y el trabajo artesanal indígena con lenguajes contemporáneos como la instalación, el ensamblaje y la performance. Cada puntada, cada trazo, se vuelve un acto de memoria.

Su obra no busca hablar desde la nostalgia sino desde la reconstrucción. En ella, los materiales dialogan con las emociones, las raíces con la diáspora. Lo textil funciona como una extensión del cuerpo, una manera de tocar lo que la migración distancia. Desde su experiencia como mujer mexicana indocumentada en Estados Unidos, Gloria transforma la vulnerabilidad en afirmación. Lo que pudo ser silencio se convierte en imagen, lo invisible en gesto visible.

Formada en grabado en la Universidad Estatal de Arizona, Martínez-Granados entiende el arte como un proceso de reescritura personal y colectiva. Su trabajo se alimenta de las tradiciones de su infancia, de las mujeres que bordan y de los relatos transmitidos entre generaciones. Esa conexión con lo ancestral se expande hacia el presente con una claridad política; preservar la herencia cultural frente a la pérdida y al olvido.

Fotos cortesía de la artista.
Fotos cortesía de la artista.
Fotos cortesía de la artista.

Su lenguaje plástico oscila entre lo íntimo y lo social. Hay piezas que evocan los sueños y la infancia, otras que reflexionan sobre el hogar, el desarraigo o la pertenencia. A través de colores, texturas y símbolos, la artista construye un territorio propio, una geografía emocional que resiste las etiquetas.

Galardonada con el Premio para Artista Emergente Sally y Richard Lehmann (2023), Gloria ha llevado su trabajo a espacios como Apex Art en Nueva YorkThe Robert McLaughlin Gallery en Ontario y el Phoenix Art Museum, donde su obra forma parte de la exposición The Collection: 1960–Now. Cada muestra reafirma su lugar dentro de una generación de artistas latinoamericanas que piensan el arte como una forma de reparación, como un tejido que cura.

Fotos cortesía de la artista.

El hilo, para Martínez-Granados, no es solo una herramienta, es una metáfora. Tejer es recordar. Bordar es decir sin hablar. En cada una de sus obras, lo doméstico se vuelve político y lo cotidiano se transforma en un manifiesto visual sobre la identidad, el territorio y la persistencia de la memoria.


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