
Redacción T Magazine México
Hay objetos que trascienden la categoría de accesorio y se convierten en lenguaje. El Tabi, creado por Martin Margiela en 1989, pertenece a esa estirpe silenciosa de símbolos que dicen más de lo que muestran. Inspirado en los calcetines tradicionales japoneses, su diseño de punta dividida rompió con la silueta clásica del zapato occidental y estableció un nuevo código estético, uno que ha acompañado a Maison Margiela durante más de tres décadas.
El reciente A Tabi film se adentra en ese universo con la delicadeza de un gesto ritual. A lo largo del metraje, la cámara recorre los talleres de la maison, donde once artesanos trabajan cada par con precisión quirúrgica. La creación del molde, tallado en madera; las costuras invisibles que dan forma al cuerpo del zapato; la piel que se adapta a la estructura como si respirara. Cada etapa, desde la concepción hasta el ensamblaje, es una coreografía de manos, silencio y tiempo.
El documental se convierte así en una meditación sobre la permanencia y la autenticidad. Lejos del espectáculo, A Tabi film reivindica la belleza del oficio. Las imágenes de archivo, entrelazadas con las tomas contemporáneas, trazan una genealogía del objeto y de su carga simbólica. El Tabi como frontera entre lo humano y lo conceptual, entre el movimiento y la quietud.
Más que un retrato de un ícono de la moda, el film es una declaración sobre la paciencia, el detalle y la emoción contenida en el trabajo artesanal. En una era de automatización y producción masiva, Margiela vuelve a recordar que la verdadera vanguardia está en el tiempo dedicado a cada costura, en el pulso que transforma la materia en símbolo.
Cada par se concluye con una sola puntada blanca, discreta y reconocible, la marca de identidad de la maison. Un cierre que no busca destacar, sino sostener. En ese hilo final se cifra la filosofía de Margiela.