
Carolina Chávez Rodríguez
CC: ¿En qué momento sentiste la necesidad de nombrar el meximalismo como una estética? ¿Fue una respuesta consciente al dominio minimalista global o una consecuencia natural de mirar hacia lo propio?
DR: Todo empezó en 2023, cuando me mudé a Toronto. Comencé haciendo producciones editoriales independientes con un estilo kitsch y ecléctico, pero con esa esencia mexicana. Aún no tenía nombre. Lo llamaba Mexican style, aunque sentía que no era suficiente. Hasta que entendí que no se trataba solo de kitsch, sino de identidad. Entonces lo nombré Meximalismo. Al principio fue un manifiesto personal, pero después me di cuenta de que no era solo mío, sino de todos los que vemos lo “demasiado México” como orgullo cultural, no como tendencia.



CC: ¿Cómo entiendes el exceso desde la perspectiva mexicana, lejos del estigma o del exotismo?
DR: El exceso siempre ha estado. Pero no me gusta llamarlo así, prefiero decir lo demasiado. Para mí es no olvidar de dónde vengo: el barrio, las banquetas, los colores, las flores. Todo eso es México. Aquí nada es solo estético, todo tiene historia. Desde los accesorios grandes hasta los ajuares que heredamos. Son objetos, sí, pero también son recuerdos.
CC: ¿Dirías que la distancia con México te ayudó a reconectarte con esa raíz?
DR: Totalmente. Estar lejos me hizo extrañar hasta lo más cotidiano: el olor de las tortillas, por ejemplo. Cuando volví y lo sentí de nuevo, fue ratatouille total. Me sentí en casa. Tengo un lema que quiero traducir: Ciudad de México es mi raíz, Toronto son mis alas. Aquí he aprendido mucho, es una ciudad multicultural que me hizo más ecléctica. Como decía mi abuela: “Vas a salir de chile, mole y pozole”. Y sí, me cuelgo de todo un poco.
CC: Cada vez más diseñadores cuestionan la estética beige y el discurso de la sobriedad. ¿De qué manera el meximalismose convierte en resistencia estética frente al diseño global?
DR: No creo que el minimalismo sea malo, pero lo que me incomoda es cómo se vende. El meximalismo no busca encajar, sino contar quiénes somos. En México la elegancia siempre existió, solo que nos dijeron que la elegancia era europea. Pero mira a Juan Gabriel: era glamuroso, exuberante y profundamente mexicano. Lo mismo el traje charro. Tenemos alta costura, solo que a veces no la reconocemos.
CC: Me encanta esa idea de la “elegancia mexicana”, no como aspiración sino como raíz.
DR: Exacto. Por eso hablo del MaxiLatinismo, una especie de hermana del Meximalismo. Es una forma de unirnos desde la raíz y el orgullo. Las cholitas en Bolivia, las diseñadoras en Colombia, todo ese color que no pide permiso. Me emociona cuando en otros países escuchan del MaxiLatinismo, porque no es solo moda, es identidad.

CC: México no es uno solo. ¿Cómo traduces esa diversidad en tu trabajo?
DR: A través de objetos, olores e imágenes. Soy fan de la Virgen de Guadalupe. No desde la religión, sino desde la estética. Fui a escuela católica, pero para mí es un ícono bellísimo. Tengo un set de upcycling diseñado por Mestiza, con la Virgen bordada y ángeles en la falda. Me encanta que los diseñadores retomen estos símbolos desde el respeto.
CC: Justo sobre eso, ¿dónde trazas los límites éticos y estéticos al usar símbolos tan sensibles para la mexicanidad?
DR: El límite está en el respeto. No se trata de burlarse ni de distorsionar, sino de rendir homenaje. Siempre me fijo quién está detrás de cada pieza, qué historia tiene. Prefiero apoyar a diseñadores locales o artesanos antes que comprar algo hecho en masa o en fábricas de explotación. En el meximalismo hay reinterpretación, sí, pero sin profanar.
CC: ¿Y qué pasa con la bandera, que es un tema delicadisimo también?
DR: Hasta donde sé, no puedes cortar una bandera real y transformarla en prenda, eso sí está prohibido. Pero los colores o el escudo reinterpretados sí se pueden usar. En otros países como Estados Unidos o Brasil es común. En México sigue siendo sensible, pero si se hace con respeto, puede ser un homenaje.
CC: ¿Cómo imaginas el futuro de la moda mexicana desde esta perspectiva maximalista?
DR: México va muy bien, y no solo México: toda Latinoamérica. Hay tanto talento y color. Mi objetivo con Meximalismo es dar visibilidad a creativos emergentes. A mí me cerraron muchas puertas, así que decidí abrir las mías. Quiero que Meximalismo sea una comunidad, un espacio donde se pueda crear sin miedo.
CC: ¿Qué propuestas recientes te han sorprendido dentro del movimiento?
DR: Una capa inspirada en el papel picado, hecha por un diseñador mexicano, es hermosa, etérea. También una editorial en la playa con puras mujeres mexicanas, con sombreros charros y la bandera ondeando. Me emociona ver cómo desde cualquier parte gritan “México”.
CC: Me gusta que hables desde la comunidad, no desde la industria.
DR: Sí, para mí esto no es tendencia, es resistencia. Lo importante es construir comunidad. He visto mucho dolor en el mundo creativo por puertas cerradas. Meximalismo nació de eso: de la necesidad de construir tu propia puerta.

