Foto cortesía del artista.

Redacción T Magazine México

Hay algo profundamente conmovedor en el trabajo de Joel Hernández. Sus esculturas y máscaras de papel maché no buscan la perfección (en términos simétricos), sino la emoción; ese instante en que la fragilidad se vuelve lenguaje y el cuerpo, un puente entre la memoria y el presente.

Nacido en Nuevo Laredo, México, y radicado en San Francisco, Hernández trabaja desde la intersección entre su herencia mexicana y su experiencia queer. De ese cruce surge una obra que oscila entre lo íntimo y lo teatral, lo doméstico y lo surreal. Cada pieza parece salida de un sueño familiar que se descompone suavemente ante los ojos del espectador.

Rostros y vida cotidiana. Foto cortesía del artista.

Su material —papel, pegamento, color— se convierte en una metáfora de la identidad: moldeable, temporal, resistente a pesar de su aparente delicadeza. En sus figuras hay máscaras que no ocultan sino revelan, criaturas que cargan la inocencia del juego y la melancolía del recuerdo.

Foto cortesía del artista.

Hernández ha expuesto su trabajo en espacios como La Luz de Jesus Gallery en Los Ángeles, Museo de las Américas en Denver y MAG Gallery en San Francisco, además de haber sido publicado en medios como The New York Times Style MagazineLe Mile y California Home + Design. Cada muestra reafirma su capacidad para convertir el humor en resistencia y la vulnerabilidad en un acto de poder.

Foto cortesía del artista.

A través de instalaciones inmersivas y ediciones limitadas, el artista sigue expandiendo su práctica con un hilo común, o sea, la necesidad humana de conexión. Sus obras no solo se observan, se sienten.


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