Escalera principal de la residencia.

Por Enrique Giner de los Ríos

Fotografía por Jaime Navarro

Fundado por Benjamín Romano, el estudio LBR&A ha apostado por una arquitectura profundamente integrada en la estructura, la eficiencia y la sustentabilidad, en la que cada proyecto, sin importar su escala, responde a una misma exigencia conceptual. Desde rascacielos como Torre Reforma, en la Ciudad de México, hasta viviendas unifamiliares, lo que distingue a LBR&A no es el estilo, sino los principios.

Conversamos con Olga Romano, arquitecta y socia del estudio, para conocer más sobre su filosofía, los retos de continuar y transformar un legado familiar, y la Casa L13, una residencia que, en clave doméstica, encarna los valores que han convertido a LBR&A en un referente continental.

El domo central, encargado de la entrada de la luz, es una de las características principales de Casa L13.

El proyecto residencial, concluido hace tres años en Bosques de las Lomas, en la Ciudad de México, se levanta sobre un terreno —una esquina con una vista panorámica de casi 180 grados— que antes había alojado una casa de la década de 1980 con una estructura en forma de panal. Se decidió demolerla por completo para comenzar desde cero. La orientación, sin embargo, presentaba un reto: la fachada principal, con las mejores vistas, miraba hacia el norte, una condición compleja en términos térmicos.

La solución de LBR&A fue tan radical como elegante: cuatro muros estructurales dispuestos en forma de cruz definen un patio central circular desde el cual se organiza todo el programa. Esta estrategia, casi radial, permite que la cubierta inclinada (impuesta por el reglamento del fraccionamiento) se abra hacia el sur, generando un domo de 200 metros cuadrados que inunda de luz natural toda la casa.

El sistema es autoportante. No hay columnas, lo que permite total flexibilidad para reorganizar el interior en el futuro. Como en Torre Reforma, la estructura es la arquitectura. “No existe la palabra columna en el despacho”, afirma Romano. “Diseñamos estructuras habitables”.

Detalle de una de las estancias de la vivienda.

El efecto es impresionante. La cubierta parece flotar sobre los cuatro muros. Las fachadas laterales, resueltas como un origami estructural, alivian visualmente el peso del conjunto. La losa del nivel superior también juega con peraltes variables para acentuar esa sensación de ligereza. Las escaleras, dispuestas en espiral, conectan los tres niveles —desde el sótano hasta el segundo piso— acompañadas por la luz cenital que entra por el gran domo.

La distribución, visualmente continua, refuerza un principio de comunidad: desde el pasillo superior se ve la entrada, la biblioteca y las otras recámaras. Es una casa grande, pero sin laberintos ni fragmentación. Los ventanales, de cinco metros de altura, fueron diseñados a medida para resistir la presión del viento. El jardín rodea la casa por los cuatro lados, un punto esencial para los clientes. A pesar de sus gestos innovadores, la vivienda respeta el entorno y la normativa local. LBR&A no busca destacar por contraste, sino integrarse mediante la excelencia. “Lo que nos diferencia no es el gesto formal”, continúa Romano, “sino el tipo de proyectos que hacemos y cómo los hacemos. Queremos que perduren, que transformen, que aporten”.

Casa L13 es prueba de ello: un manifiesto doméstico de la arquitectura como pensamiento estructural, como habitabilidad generosa y como futuro en presente. 

La orientación de la fachada fue uno de los retos a los que se enfrentó el estudio LBR&A.

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