
Redacción T Magazine México
Johanna Dumet (Guéret, 1991) pinta lo que ocurre después de la vida visible, las sobras de una comida, la conversación interrumpida, la persistencia de una flor en el borde del mantel. Su trabajo reinterpreta el bodegón, un género históricamente asociado a la domesticidad, desde un pulso contemporáneo que combina espontaneidad, humor y una nostalgia contenida.
Sus composiciones son escenas del día a día, traducidas en una gramática de color y textura donde la emoción se vuelve forma. Frutas, copas, flores y manteles se despliegan con la soltura de quien observa lo mínimo para encontrar lo esencial. Entre la estructura y el impulso, Dumet captura el aire que queda suspendido después de la celebración.


La artista trabaja con óleo, gouache y collage, materiales que le permiten sostener el diálogo entre lo intuitivo y lo preciso. Sus pinturas no documentan atmósferas, el eco de una sobremesa, la temperatura de una conversación, la promesa de lo que no vuelve.
En su obra hay una tensión entre el control y el abandono, entre lo planeado y lo imprevisto. Su uso del color, siempre arriesgado y vibrante, crea espacios donde la memoria se expande. Cada mesa, cada flor o fragmento doméstico, se convierte en un retrato colectivo, una huella de la intimidad compartida.

Formada en Artes Aplicadas en La Souterraine y en Diseño de Moda en Marsella, Dumet encontró en Berlín un punto de equilibrio entre disciplina y caos. Desde ahí ha desarrollado una práctica que combina sensibilidad artesanal y pensamiento visual, presentando exposiciones en instituciones y galerías de Europa. Entre ellas destacan Jeux de Société en KÖNIG SEOUL, La Vie Secrète des Fleurs en Kewenig Berlín y Intérieur Rose en Mehdi Chouakri.

En sus pinturas hay algo profundamente humano e inocente, la necesidad de capturar el instante antes de que se disuelva. Su trabajo no busca la perfección, sino la persistencia del momento.