
Kira Álvarez
Nacida en México y radicada en Los Ángeles, Daniela Villegas es una de las diseñadoras de joyas más singulares de su generación. Desde que fundó su marca homónima hace 18 años, su universo creativo se ha sostenido en dos pilares esenciales: la fascinación por la naturaleza y el arte de vivir con intención. Con una estética maximalista y profundamente simbólica, Villegas transforma elementos del mundo natural en joyas hechas a mano en oro de 18 quilates y piedras preciosas. Cada pieza es una celebración de la metamorfosis, la conexión emocional y la belleza como fuerza vital.

Su carrera despegó con fuerza desde sus primeros años: no pasó mucho tiempo antes de que sus joyas comenzaran a figurar en publicaciones internacionales, alfombras rojas y colecciones personales de mujeres con gusto por lo único. Celebridades como Lindsay Lohan, Gwyneth Paltrow, Miley Cyrus, Katy Perry, Salma Hayek o Demi Moore han usado sus piezas, pero Villegas mantiene los pies en la tierra y la vista fija en el propósito de su trabajo; para ella, el lujo real no es una etiqueta, sino una mezcla de tiempo, intención y cuidado.

A lo largo de los años, ha consolidado un lenguaje visual que gira en torno a ciertos arquetipos del mundo natural. Escarabajos, orugas, aves, crustáceos, reptiles y peces son protagonistas de muchas de sus colecciones. Para la diseñadora, no son adornos estéticos, sino símbolos vivos: “Especies increíbles, llenas de una hermosa energía renovadora”, le dijo en 2023 a The New York Times.

Su vínculo con estos seres proviene de una mirada contemplativa y de una infancia marcada por la naturaleza. Esta conexión también la ha convertido en una apasionada coleccionista de taxidermia, y es una fiel clienta de Deyrolle (tienda de París fundada en 1831 que vende insectos y animales disecados).

Más que objetos de lujo, sus joyas funcionan como talismanes. Villegas habla de “joyas con alma”, piezas que cuentan historias personales y colectivas, muchas veces atravesadas por rituales de protección, tránsito o crecimiento. Con el paso del tiempo, ha aprendido a ajustar el ritmo de su trabajo a su vida personal y a sus prioridades. Hoy, evita la sobreproducción y concentra su energía en piezas cuidadosamente concebidas, lo que paradójicamente ha duplicado el alcance de su negocio. Además de sus colecciones personales, Villegas ha realizado colaboraciones especiales con marcas, artistas y hoteles que también comparten su visión. La más reciente es su alianza con Marbella Club, un legendario resort ubicado en la Milla de Oro de la Costa del Sol, en España. Inspirada en los paisajes mediterráneos y en el espíritu del hotel, esta colección exclusiva es una fusión de arte, lujo y ecosistema. Realizada completamente a mano en oro de 18 quilates e incrustada con piedras preciosas —diamantes, zafiros, perlas y amatistas—, la serie celebra la biodiversidad y el poder transformador del entorno.


Entre las piezas más destacadas se encuentran un brazalete de lagartija, emblema de renovación —“un símbolo perfecto para el mundo actual”—, como la propia joyera señaló en una ocasión; un anillo oruga que recorre varios dedos como símbolo de despertar interior; un arete en forma de ave del paraíso; y una anguila eléctrica convertida en contenedor de deseos. También aparecen motivos clásicos del universo de Villegas —mantarrayas, escarabajos, tiburones y peces— reinterpretados bajo una estética mediterránea. El pez del collar Costa del Sol, por ejemplo, representa fertilidad, gozo y fuerza femenina, y se inspira directamente en los jardines del hotel. La conexión entre México y el Marbella Club no es casual. Su fundador, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, tenía fuertes vínculos con México y solía nombrar espacios del hotel con referencias mexicanas.


Para Villegas, la joyería es también una filosofía de vida. Sus creaciones no persiguen la ostentación, sino la capacidad de provocar asombro. Con casi veinte años en el mercado, una clientela fiel y una voz definida, sus propuestas encarnan una visión de lujo consciente: aquella que valora el tiempo, el cuidado y la conexión profunda con el mundo que habitamos.

