Puertas que conectan a la nada. Crédito: Cortesía.

Por Carolina Chávez Rodríguez 

En Xilitla, San Luis Potosí, la jungla se abre para revelar un espacio improbable. Allí Edward James, poeta y excéntrico mecenas británico del surrealismo, decidió levantar su propio paraíso artificial. Orquídeas, cascadas y pozas naturales conviven con escaleras que no llevan a ningún lado, arcos góticos que se pierden en el aire y columnas florales de concreto que imitan una vegetación que ya existía. Una contradicción deliberada, donde la naturaleza y el cemento parecen fundirse. Y ese fue el sueño de James, que un día la selva tomara la construcción para integrarla a su paso inminente. 

La historia comenzó en 1947, cuando James llegó a la Huasteca con el afán de crear un Edén personal. Primero sembró miles de orquídeas que, tras una helada devastadora, lo llevaron a sustituir lo efímero de la flor por lo eterno del cemento. Con la ayuda de artesanos y constructores locales, diseñó y levantó más de 28 estructuras en un proceso sin planos ni reglas arquitectónicas. Su imaginación era la única guía, pero sobre todo, el ingenio, la habilidad y la paciencia de los maestros ejecutores de las ideas del poeta. La construcción se detuvo en 1984, con la muerte de James, y en 1991 el espacio abrió al público como un lugar de contemplación.

La orquídea imperecedera de James. Crédito: cortesía.

Era poco antes del mediodía cuando comenzó el enigmático recorrido que me llevó a conocer el jardín. La gata -Rina-, recostada a la entrada del espacio, da la bienvenida. El halo de misterio y calma que recubre el lugar no se agota en las esculturas; se prolonga en las calles empedradas, en las cabañas húmedas, en los hoteles pintados con símbolos que parecen cabalísticos y que tuve la impresión de que superan el delirio místico del jardín en sí mismo. Ese día llovía intensamente, y la tormenta parecía darle un ánimo distinto al río, como si animara el concreto. Caminar bajo esa lluvia, entre columnas cubiertas de musgo, fue también atravesar un sueño heredado, un teatro de la obsesión convertido en destino turístico.

Quien busque una experiencia paralela puede visitar la Cervecería James Hotel Spa & Museo, con habitaciones que rondan los 1500 pesos y un pequeño laberinto como guiño al excéntrico creador. El sitio cuenta con pozas azules donde sumergirse en agua helada antes o después de la caminata surrealista.

Ventana de una de las habitaciones de la Cervecería James Hotel Spa & Museo. Crédito: cortesía.
Cervecería James Hotel Spa & Museo. Crédito: cortesía.
Entre el símbolo y la magia. Crédito: cortesía.

El acceso cuesta 230 pesos mexicanos por persona y el recorrido es obligatorio con guía, lo que añade una cuota moderada. La duración promedio es de hora y media, con grupos de hasta 25 personas. El espacio permanece cerrado los martes, lo que convierte ese día en pretexto para recorrer las inmediaciones. Una recomendación importante es llevar repelente para moscos, ropa ligera de algodón y zapatos cómodos para no perderse el recorrido completo. 

Entre los souvenirs más insólitos, se encuentran sapos convertidos en monederos mediante taxidermia, recordatorios de que el delirio de James impregna incluso la economía local.

Crédito: cortesía.

Las Pozas abarcan 37 hectáreas, de las cuales nueve conforman el jardín escultórico. Declarado Monumento Artístico de la Nación en 2012, hoy es administrado por la Fundación Pedro y Elena Hernández A.C., que intenta preservar tanto las estructuras como el ecosistema. El visitante debe recorrerlo a paso medido, con guía, porque aquí lo turístico convive con lo frágil y lo onírico con lo real.

Crédito: cortesía.

Más allá de lo pintoresco, el jardín lanza preguntas incómodas. ¿Puede lo surrealista sobrevivir a la museificación? ¿Qué ocurre cuando un delirio privado se convierte en atracción masiva? Las escaleras al cielo, las manos gigantes (que realmente no tienen una dimensión tan grande como parecen) y las puertas inconclusas de James resisten como ruinas modernas, recordándonos que la arquitectura también puede ser un ejercicio poético, pero sobre todo inacabado. Susceptible a que la naturaleza, haga el resto.


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