
Redacción T Magazine México
En un país donde la pizza suele plegarse a la la fusión, Mammut Pizza aparece con un planteamiento autónomo. No se trata de replicar el canon napolitano con rigidez dogmática, sino de ensayar con sus bases para proyectarlas hacia otra escena: la mexicana, vibrante y urbana.
La masa fermentada lentamente, el tomate San Marzano, la mozzarella Fior di Latte… los elementos fundamentales están ahí. Sin embargo, las recetas se atreven a desviarse, explorando combinaciones que en la Campania sonarían a herejía, pero que en la colonia Juárez o en la Americana funcionan como un puente entre tradición y apetito contemporáneo. Diavola con miel picante, Bianca con prosciutto San Danielle, o pastas como una calamarata al coñac que no pretende pasar inadvertida.

La carta líquida juega un papel fundamental. No basta con el vino, la Mammut Spritzería convierte al spritz en estandarte, sumando coctelería italiana reinterpretada y vinos orgánicos elegidos con precisión. Un recordatorio de que la mesa, más que un ritual solemne, puede ser un terreno de ligereza y juego.


Desde Morelia, donde abrió en 2021, hasta Querétaro, Guadalajara y Ciudad de México, Mammut ha expandido su propuesta con un ritmo constante. Cada sucursal cultiva una identidad propia, pero todas responden a la misma idea: una cocina inspirada en Italia, que no sucumbe ante la tradición, sino que dialoga con ella en un idioma actual.
El resultado no es la pizza napolitana de manual, sino algo distinto, un ejercicio de traducción cultural que mezcla cuidado de los insumos con irreverencia.