
Por Carolina Chávez
Bogotá es una ciudad de contrastes y se da el lujo de jugar en grande. Y lo hace en el Four Seasons Hotel Casa Medina, un escenario con historia y peso propio. Ahí aterriza INA, el proyecto de Carolina Pinzón que busca mostrar —con curaduría profesional— que el lujo colombiano existe, respira y puede codearse con las capitales internacionales de la moda.


No se trata de un showroom complaciente ni de vitrinas decorativas: la selección incluye firmas como Andrea Landa, Verdi, Polite, Olga Piedrahita o Danielle Lafaurie, junto con nombres emergentes que trabajan desde ciudades tan diversas como Ibagué, Pasto o Medellín. Crochet sofisticado, cuero trabajado con técnicas artesanales, fibras reinterpretadas con precisión contemporánea. El pop-up exhibe un panorama en el que lo artesanal y lo global se cruzan sin pedir permiso.

INA se inscribe en una agenda mayor: situar a Bogotá como capital de estilo latinoamericano. La propuesta no rehúye la palabra “lujo”, pero tampoco la entiende en términos gastados de exclusividad y brillo fake. Aquí el lujo está en los procesos, en las manos, en el tiempo de confección, en la capacidad de volver contemporáneo lo que suele verse como periférico.

El formato temporal —abierto hasta enero de 2026— añade tensión: la moda, en su fugacidad, se deja ver y desaparecer. Quien visite INA no solo comprará una pieza, estará participando de un relato donde la industria nacional busca hacerse escuchar en un circuito que rara vez concede protagonismo al sur.
Quizá el acierto de Pinzón y de Casa Medina sea entender que no basta con traer marcas extranjeras para vestir de cosmopolitismo a Bogotá. Al contrario, la fuerza está en mostrar lo propio, sin complejos, en clave de elegancia y riesgo.