Crédito: cortesía del artista.

Redacción T magazine México 

La pintura, en Stefanski, se escribe rápido y se decanta lento. El carbón deja huellas que parecen texto; el óleo y el acrílico corrigen, tachan, insisten. No hay ornamento: la superficie manda. Los lienzos —60 x 48 pulgadas— funcionan como un escenario de una sola toma, donde la economía de recursos se vuelve decisión estética. Los títulos (“Fan”, “Approval”, “Romantic”) operan como palabras sueltas que abren sentidos sin dictarlos.

“Approval” Oil and Acrylic on canvas with artist frame 60″x48″. Crédito: cortesía del artista.
“Fan” Charcoal on canvas with artist frame 60″x48″. Crédito: cortesía del artista.

Esa economía formal convive con un programa claro: fracaso, humor y sinceridad como materias de trabajo. Stefanski explora gestos cotidianos de la sociedad moderna y guiños a la historia del arte mientras revisa su propia biografía; el texto, a veces como garabato y otras como enunciado, aparece dentro del campo pictórico para sostener la tensión entre lo que se dice y lo que se pinta. El artista fabrica también sus marcos, que cierran la frase y devuelven la atención a lo esencial: color, línea, pausa. Desde Chicago, la convicción es nítida: la pintura aún puede decir mucho con muy poco.

En sala, sus piezas operan entre cartel y diario: frases a mano alzada —a medio camino entre la confesión y el chiste— atraviesan campos de color sobrios, mientras la escala impone una lectura física, de cuerpo completo.


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