
Redacción T Magazine México
Entre manglares vivos y una playa de arena clara, Etéreo ordena su narrativa desde la arquitectura: volúmenes de piedra coralina y luz filtrada por celosías escultóricas que proponen sombra, silencio y temperatura. El emblema del infinito de Manuel Felguérez articula el gesto simbólico; el diseño local firma la materialidad cotidiana —Daniel Valero, Bandido Studio, Agnes Studio, Marcela Díaz, Héctor Esrawe, Charabati Bizarri, Tapiz, Peter Glassford, Tere Metta— en clave de “galería habitable”.


Las 75 habitaciones y suites privilegian la continuidad adentro-afuera mediante ventanales a mar o manglar y terrazas generosas; algunas suman plunge pools y niveles adicionales para preservar la intimidad. En cocina, el itinerario va de Itzam (lectura contemporánea de la cocina mexicana) a Che Che (cruce nipón-mex) y El Changarro (mariscos a pie de arena), con Alberca y Chu Chu para los ritmos del día. Al frente, el chef Carlos Segura trabaja una memoria doméstica —la cocina de su abuela Angelina— en diálogo con ingredientes de la región.

El spa SANA (Auberge) desplaza el foco a bienestar y tiempo largo: hidroterapia, rituales restaurativos y prácticas de movimiento en salas de piedra y penumbra. El programa se extiende con catas sensoriales, recorridos de arte, talleres y salidas a cenotes y sitios mayas cercanos, sumando contexto a la experiencia sin desanclarla del territorio.



Como bitácora de desempeño, Etéreo acumula reconocimientos recientes —Dos Llaves Michelin (2024), Condé Nast Readers’ Choice (2024) y Travel + Leisure World’s Best (2025)— que sitúan el proyecto en la conversación internacional, sin distraer de su centro, una hospitalidad que pone el lugar por delante del espectáculo.