El diseñador mexicano Patricio Campillo es dueño de una estética distintiva con influencias de su infancia, de la corriente artística mexicana contemporánea y de la cultura charra tradicional. Si pudiera vestir a algún personaje del realismo mágico, sería a Bayardo San Román, de Crónica de una muerte anunciada, novela de Gabriel García Márquez. Crédito: Ana Topoleanu.



Por Kira Alvarez Bueno

Es imposible ser mexicano, o latinoamericano, y no impactarse ante una realidad en la que la cotidianeidad y la magia se entrelazan hasta el punto de borrar sus fronteras. Así le ocurrió al diseñador Patricio Campillo, quien para Fictions of Reality, su colección otoño-invierno 2025 presentada en la última New York Fashion Week, supo traducir en prendas los tintes de realismo mágico que había encontrado en su propia historia personal. Con esta propuesta, que tuvo a los libros de los escritores Julio Cortázar e Isabel Allende como inspiración, Campillo pudo poner nombre a lo fantástico del día a día mientras se regalaba un momento de introspección creativa, diseñando desde el placer y disfrutando de un proceso que lo condujo a esas raíces que le recuerdan por qué ama diseñar ropa. “Mi última colección es por un lado una reacción a todos los acontecimientos que han sucedido en los últimos meses en el mundo. Personalmente me han resultado complicados de digerir. Quise regalarme la oportunidad de crear sin tanta justificación, haciendo cosas que me gustaban mucho. 


Ese fue el punto de partida,” explica Campillo en su estudio, ubicado en pleno corazón de la colonia Juárez, en Ciudad de México, rodeado por una serie de piedras redondeadas y de gran volumen que invitan a imaginarse cómo acabaron en ese lugar.



La siguiente meta fue tratar de unir la inventiva con el gozo, para lo que Campillo realizó una serie de ejercicios que lo transportaron a sus días de infancia y a redescubrir un universo muy personal. Tal vez la historia más significativa sea la de los botones de flores de café que nos llevan a Zacualpan de Amilpas, en Morelos, donde el creativo pasó gran parte de su niñez. “Durante la temporada de lluvias, cuando las hojas de los cafetales se lavan por la gran cantidad de agua, la luz de luna llena se refleja infinitas veces sobre la superficie. Es un momento muy especial y me inspiró a realizar las flores con baño de plata. Todo este pensamiento me condujo al realismo mágico y a la pregunta de cómo puedes agregar un poco de magia a la cotidianeidad, cómo le pones magia a la ropa”, reflexiona. La respuesta se presentó con la aplicación de procesos artesanales y técnicas con la plena intención de asemejarse a la alta costura. Prueba de ello es el saco con 2,500 plumas de gallo cosidas a mano una a una, pero también los bordados con hilo de plata, los botones clásicos de charrería elaborados por joyeros mexicanos o los de hueso tallado, llamados tarugos. Otro procedimiento tradicional que se explora en esta temporada es la sastrería charra. Ya sea a través de conocimientos adquiridos y puestos en práctica o por el trabajo de manos artesanas, Campillo consigue que todos los materiales empleados sean de origen nacional, con la única excepción de las piezas de seda.

Patricio Campillo en su taller ubicado en la colonia Juárez, en la Ciudad de México. Crédito: Ana Topoleanu.


La marca homónima, fundada en 2017, tiene como desafío constante encontrar a estos maestros artesanos con los que establecer relaciones que se fortalezcan con los años. Campillo reconoce la complejidad del trabajo artesanal y destaca como reto su comercialización como souvenir turístico, una práctica que resta el verdadero valor que tienen como productos de lujo. Otra cuestión que el diseñador tiene muy presente es no reproducir patrones de apropiación cultural. “Creo que es una línea muy delgada. Es algo con lo que he debatido internamente durante mucho tiempo: cómo desarrollar colecciones personales desde una perspectiva única, que no se basen en aquello que no forma parte de mi universo, que no haya sido experimentado por mí o que no haya sucedido en mi vida. Estas son mis referencias, todos son elementos de mi experiencia individual y de mi propio crecimiento en un país como México. La esencia de la marca no surge como inspiración en un país, sino de mi particular vivencia en el lugar que tuve la suerte de nacer”, señala.



La libertad y la exploración han guiado la trayectoria de Campillo, tejida de instantes memorables como aquel en que su padre le entregó un traje charro que a su vez había sido un regalo de su abuelo. En cuanto a los periodos más influyentes, Campillo recuerda la pandemia como una pausa en su trabajo y una fase catártica, un aislamiento transformado en la oportunidad de entender quién era. También la coincidencia de comenzar la terapia y entender muchos matices de su masculinidad, de la concepción que había en su familia sobre ella y cómo había evolucionado dentro de él mismo. Otro hito fue la nominación —y alcanzar las semifinales, el primer mexicano en lograrlo— de los premios LVMH 2024, plataforma con la que el conglomerado francés busca impulsar a las nuevas generaciones de creadores. “Mi objetivo con esta colección era depurar la estética de la marca, reducir los elementos como mínimos y necesarios para tomar este momento como un segundo punto de partida. Como un antes y un después,” reflexiona Campillo, diseñador autodidacta con títulos en comunicación y marketing para mercados de lujo. Presentar una colección en New York Fashion Week le ha servido al diseñador mexicano para empujar y traspasar sus propios límites y crear propuestas más competitivas y estructuradas. Lo que alguna vez pareció imposible —ideas fantásticas, casi inalcanzables, como la magia cotidiana— cobra vida en los diseños con los que reimagina y resignifica el patrimonio cultural mexicano.   


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